¿Juego limpio?

Por Miguel Donayre Pinedo

Pensé que el último partido del mundial los finalistas mostrarían sus mejores armas, claro bajo el paraguas del juego limpio o fair play como es uno de los lemas y soflama que la FIFA reivindica. Que sería, al final, una muestra del mejor fútbol. Pero fue todo lo contrario, muy rácano. Miré a un equipo angustiado por ganar a como diera lugar como lo fue Holanda. Esa angustia hizo tirar por la borda toda una tradición de modernidad en el fútbol, de una aguda filosofía como la de Baruch Spinoza y olvidaron a Rembrandt, Vermeer, Vicent Van  Gogh, Pit Mondrian. El objetivo era paralizar el juego al rival y a repartir patadas sin hacer ascos. Adiós estética. La naranja mecánica se había convertido en una motosierra. Daban la impresión los jugadores que vivían su infierno propio. Mutaron en carniceros como lo fueron De Jong y Van Bommel que estaban como peces en el agua. Una pena por ellos. Pero esa final los holandeses mostraron una de sus peores caras, esa que llevamos todos dormidos.

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