¿El circo de la política?

Por Miguel Donayre Pinedo

Me parece que para ser político o política se debe tener grandes dosis de narciso en el cuerpo. Sí, de mirarse desmedidamente en el espejo una y otra vez sin cansarse. Y decirse así mismo, repetidamente, si se es feo afirmar lo contrario. Según señala la etnografía, hay que cultivar cierto desprendimiento a favor de las personas y con la patria, que te piden estar en ceremonias y saraos, por más que la resaca de la noche anterior te escueza los huesos. Más de uno señala que en su vida sexual estos animales de la vida pública no la disfrutan como el común de los mortales, lo hacen bajo apuros y con ahogos aunque cínicamente sostengan lo contrario. No es una crítica a esta especie de la fauna sino más una característica o descripción de aquellos o aquellas empeñados en representarnos en la soberanía nacional. Supongo que esas dosis de egocentrismo, necesario por cierto, servirán de escudo a las flechas ponzoñosas que puedan recibir por sus oponentes. Además, entre las cualidades requeridas se debe poseer cierto talante para tolerar, discrepar y discutir las críticas que se vierten contra ellos o sus propuestas. En este punto todavía hay cierto déficit en el poblado literario de Isla Grande, los prebostes autoritarios abundan. Apenas son cuestionados toman actitudes intransigentes con las personas que cuestionan su actitud, obviando la pluralidad que es la esencia de la democracia. Muchas veces, las deliberaciones le suenan a guasa. Es decir, para ser político o política no se nace, se hace. Además de esos perfiles imprescindibles, el candidato o candidata a puesto público debe tener la habilidad social de ponderar los plurales intereses de la comunidad que es elegido [Las crónicas políticas señalan que cierto grupo político es apoyado por empresas brasileñas, ¿tendrá que ver con la construcción de presas, carreteras, abominables trenes en la Amazonía?, me temo lo peor]. En pleno marjal cabe una pregunta ¿Los políticos que nos representan o los que nos puedan representar han sabido ponderar esos intereses? Todo hace indicar que no,  sino miremos los últimos Decretos de Urgencia que saltan a la torera los Estudios de Impacto Ambiental por más que los miopes turiferarios sostengan lo contrario [¿era el ministro Brack ambientalista?]. Para rematar, en un contexto como el peruano [y también en otros], para la carrera política se debe acreditar y necesitar dinero para solventar la campaña política que un sin número de veces, es dinero mal habido. Con estos datos vale preguntarse: ¿Qué hemos hecho de la vida política y del servicio por los intereses públicos?