Para quienes tienen la buena o mala suerte de realizar monitoreo de medios, les debe resultar divertido escuchar en algunos medios de comunicación a algunos colegas calificar, condenar y hasta santificar a tal o cual personaje.

Ya no debe sorprenderles escuchar insultos de alto y bajo calibre, alabanzas y hasta santificaciones. Todo ello apelando a la llamada libertad de expresión.

Y es que algunos colegas, no todos por cierto, se han olvidado que no somos  fiscales, menos  jueces, aunque algunos hayan estudiado derecho, para condenar a las personas.

Hacer periodismo, a mi modesto entender, es dar a conocer lo que ocurre en una ciudad en todo orden de cosas, desde el accionar de las autoridades, funcionarios públicos y todo aquel personaje expuesto al ojo ciudadano por algún cargo que pueda ocupar.

Es valida la investigación de diversos casos y hasta el cuestionamiento de quienes ostentan cargos públicos, y además es ideal tener siempre la versión de todas las partes involucradas en una investigación y denuncia, pero de ahí a calificar que tal o cual persona es: delincuente, ladrón, maricón, mafioso, rateros entre otros calificativos y hasta incluso pedir cárcel, causa gracia, más que pena, por quienes las expresan.

Fácil es tener un espacio radial, televisivo y hasta un medio escrito para lanzar improperios de las personas, muchas veces por alguna animadversión u ojeriza, pero resulta difícil, con raras excepciones, escuchar en aquellos espacios en los que se califica, justamente a los mencionados. Será porque a veces los periodistas, comunicadores o como quieran calificarse, creen ser dueños de la verdad o tener la última palabra. Creo que nos equivocamos cuando creemos o nos han hecho creer que somos omnipotentes, intocables y hasta infalibles.

Tan jodidos están algunos programas ‘informativos’ que ya no se respeta el llamado horario familiar. En algunas emisoras, los menores, ni con la presencia de sus padres, entenderían ni se les podría explicar lo que muchos expresan. La noticia ha sido dejada de lado para pasar al calificativo e insulto.

Se puede pensar diferente, discrepar de las opiniones, no se podrá estar de acuerdo con tal o cual gestión de gobierno y habrán otros que sí las aprobarán, pero es muy necesario criticar, objetar, cuestionar a las autoridades y funcionarios, pero de ahí a lanzar una sarta de insultos y calificativos, muestra en aquellas personas que las expresan sus verdaderos yo, ya inocultable.

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