Había tantas esperanzas cifradas en ti. Una sed inmensa de beber el dulce licor del triunfo. De tocar la gloria con guantes de box. Pero el deporte es así. O ganas o pierdes, y a ti te tocó morder lamentablemente el polvo de la derrota.

Casi dos round y cuando parecía que la hacías, un puño asesino del mexicano te puso de horizontal en la lona tras ese knock out letal.

Y nos dejaste con la preocupación en la esquina neutral, los comentarios de los encargados de la transmisión en Golden sonaban en segundo plano pese a lo bueno que hablaban de ti y como ibas hasta ese sorpresivo pero efectivo gancho al mentón.

Nada importaba, solo tu estado, los médicos y paramédicos estabilizándote e inmovilizándote para ponerte en la camilla, ahí postrado aun con los guantes puestos, querías levantarte es que la posición natural de un guerrero es estar de pie y no tendido en el cuadrilátero. Maicelo, «batedia», nos metiste miedo por tu salud, pero más por instinto que por capacidad intentabas ponerte en guardia.

En tanto «causita» los que seguíamos las incidencias del combate intenso pero breve, valiente pero corto, ganabas pero te noquearon, reaccionamos cada quien como la conciencia e identificación nos mandaba.

Jode una vez más comprobar que hay cada hijiputa que se mofa, que se ríe y hasta se divierte con tu derrota. Que bronca reconfirmar que hay peruanos que están predispuestos a que un compatriota se tropiece y se vaya de cara para cagarse de risa de él.

Jonathan Maicelo, el boxeador salido de los barrios bravos del Callao, tuvo la oportunidad por mérito propio, de estar de protagonista de una noche estelar en el Madison Square Garden, nada más y nada menos la catedral del box mundial. Es decir él estuvo ahí peleando en el ring donde lo hicieron un tal Mohamed Ali, Sugar Ray Leonard, Marvin Hagler, Roberto «mano de piedra» Durán, Mike Tayson, por mencionar solo a un puñado de verdaderas leyendas del deporte de las narices chatas.

Pero ese detalle no cuenta, solo se quedan con la imagen de la derrota, será porque su subconsciente les dice que esa es siempre su actitud. El ser perdedores. Olvidándose que el perdió representándonos, era un peruano en ese templo del box, que el destino le jugó una mala pasada y salió de perdedor.

Sin embargo, aquel que salió en camilla no es un cualquiera, no es un patín del montón. Sí perdió, le derrotaron haciendo lo que más le gusta, entregado a su deporte, a su vida. Y eso jamás puede ser visto como un fracaso.

Entonces, porqué la burla, porqué esa risa estúpida, acaso es un delincuente que fue reducido por la policía, o hablamos de un narquillo tendido en un charco de sangre tras un ajuste de cuentas, no. dejemos de ser injustos, implacables con los nuestros. Basta de tener como hobby agarrar el hacha para hacer leña del peruano caído.

Porqué el único pecado de Jonathan Maicelo, fue dejar al personaje mediático en que le habían convertido aquí  para agarrar cuatro trapos meterlos en un maletín e irse a los Estados Unidos para a trompadas subir peldaños en el Rankin mundial de los súperligeros, respirando hielo en cada entrenamiento de madrugada, porque en el día tenía que trabajar como cualquier mortal para poder subsistir. Por eso le agarramos peor que a piñata, como una pera, como un saco al que todo el mundo le mete golpe. Qué injusto y cobarde, por Dios.

Yo creo que después que pasaron ya algunas horas al «el último inka» ya no le debe estar fregando el martillazo del mexicano Beltrán, lo que debe tener en nivel de grogui, lo que le debe doler peor que un gancho al alma, o un tremendo recto de derecha al corazón, es la aptitud de muchos compatriotas. Y eso debe ser terriblemente desilusionador y devastador. Nosotros solo le decimos, «no te rindas causita… vamos mete golpe a tanta huevada».

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