Robles Godoy y la Amazonía

El año 2007, con ocasión de la Semana del Libro de Iquitos, el comité organizador del mismo decidió llevar a cabo un merecido homenaje a la trayectoria de Armando Robles Godoy, como cineasta e intelectual. La idea en sí sonaba impresionante: el  director de películas que habían contribuido a difundir la idea de la Amazonía iba a recibir la gratitud del pueblo loretano. El Maestro había dicho sí a la primera oportunidad, y estaba emocionado por volver a visitar la selva, por encontrarse con lugares y zonas donde había vivido y filmado.

Lamentablemente, días antes de su ansiado retorno, Robles Godoy llamó y señaló que muy a pesar de su inmenso interés por ser partícipe de este periplo, un accidente ocurrido a su esposa le imposibilitó viajar. La frustración fue evidente. Dos años después, intentamos nuevamente invitarlo a presentar un ciclo de cine, con sus películas. Amable y generoso, como siempre, con la Amazonía, sin embargo, un viaje al extranjero lo tendría fuera de estas tierras. Una nueva desazón se apoderó de nosotros. ¿Había, acaso, la posibilidad, de encontrarse nuevamente con el Maestro entre selva y trópico?

Lamentablemente,  hace unas semanas nos enteramos que su salud, de por sí fuerte y vigorosa, se había deteriorado fuertemente. Las Fiestas Patrias nos trajeron la certeza que se había sido trasladado a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Rebagliatti, en Lima. El miércoles, al mediodía, tras  ochenta y siete años bien vividos, Robles Godoy logró alcanzar el estado que tanto había estado buscando. Su muerte, increíblemente, nos había recordado que su figura siempre fue la de un autor de primera categoría. Tanto en la comunidad intelectual como en los estamentos públicos, el homenaje había sido hecho, casi a trompicones. Sin embargo, la Amazonía no había podido darle la gratitud que se merecía.

Hace unos meses hicimos en el blog Diario de IQT una encuesta sobre aquellos filmes que, según el gusto de los lectores y visitantes, pudieran ser quienes mejor representaran a la Amazonía loretana. A pesar de que la mayoría de los internautas son jóvenes y a pesar de que las películas de Robles Godoy no han sido exhibidas al  grueso de la población, una de ellas, “En la selva no hay estrellas”, logró colarse entre las más importantes. “La Muralla Verde” también fue mencionada, y con no pocos votos.

¿Acaso Robles Godoy seguía siendo un cineasta de culto en las nuevas generaciones cinéfilas? Aparentemente sí. Porque, si bien es cierto que sus filmes son casi difíciles de ubicar, no lo son sus múltiples referencias y su leyenda.

Aquí retornamos a la gran historia de cómo volvió a nuestros ojos “En la selva no hay estrellas”. A mediados de los sesenta, Robles Godoy, embarcado siempre en la idea obsesiva de filmar en la Amazonía, de moldear la selva, su exuberancia y su arrollador misterio, llega a Iquitos, con el fin de armar una cinta de tono íntimo, personal, desgarrado. En 1966 inicia el rodaje.

El film narra la travesía de un ambicioso hombre que roba el oro recolectado por una tribu amazónica, pero cuya huida será el comienzo de un viaje de reconocimiento de su propia vida y una lucha por su supervivencia en medio de la tupida floresta. El actor argentino Ignacio Quirós fue quien dio vida al aventurero y lo acompañaron en el elenco un reparto de primera, para la época: Susana Pardahl, Jorge Aragón, César David Miró, Manuel Delorio, Jorge Montoro, Luisa Otero y Demetrio Tupac Yupanqui.

La película de Robles Godoy usa el escenario selvático como parte de la misma aventura. El protagonista, envuelto en un conflicto urbano y asediado por todas partes, huye a la selva amazónica, pero la huida no constituye el encuentro con la redención, sino, al contrario, el encuentro con un mundo que lo devorará inexorablemente.  

“En la Selva no hay estrellas” fue el primer filme dirigido por un  cineasta  profesional (luego de “Bajo el sol de Loreto”, dirigido por Antonio Wong Rengifo en 1936), a partir de un relato escrito por el mismo Robles. Fue rodado íntegramente en Iquitos y la selva circundante. Fue estrenada en 1967 y rápidamente genero divisiones.  Es cierto que recibió elogios de la crítica especializada en el exterior, pero también hubo críticas dentro del Perú, algunas bastante duras. Las más fuertes señalan que era “ininteligible”, quizás porque no entendían su estructura formal, bastante sofisticada para la época, pero contada con pasión y poderosa imaginería visual.

Sin embargo, Robles Godoy no hizo caso de estos ataques. Porque “En la selva no hay estrellas” dio paso a un nuevo proyecto, titulado “La Muralla Verde”, de 1969, en que la selva es un espacio de colonización. El colono es urbano; la visión que la imagen ofrece también lo es. La historia es la típica de aquellos hombres que dejan todo para buscar un nuevo mundo, un paraíso material en medio de la selva.  Las metáforas se intensifican aún más en este film y Robles, en medio de la trama, se permite algunas amargas reflexiones sobre la realidad de la burocracia y la idiosincrasia nacional. La narración fragmentada, en medio de un exotismo intenso y lleno de furia, le brinda a dichas metáforas el poder inmanente al telurismo.

Sin duda, “La Muralla verde” es una de las mejores películas peruanas de todos los tiempos.

Robles Godoy presentó sus propias imágenes una visión particular del cine, pero también de la Selva. Además, una arriesgada propuesta de visibilización de la Amazonía, no solamente como espacio particular exótico y paradisíaco,  sino también como un territorio con tristezas, dramas particulares, como el final del camino de los hombres, aunque también como tierra promisoria, más allá de la incertidumbre.

En el año 2007, y luego de cuatro décadas, se  pudo exhibir una copia restaurada de “En la Selva no hay estrellas”, a partir de un original de 35 mm, ubicado  en Rusia. Robles Godoy estuvo presente. Y a partir de ahí nació la idea de volver a verlo por Loreto, Iquitos, la Amazonía. No pudimos.

Ahora, Robles está en un mejor mundo. Y nosotros, con el compromiso moral de difundir su complejo legado fílmico.