El escritor se organiza en su texto como lo hace en su propia casa. Igual que con sus papeles, libros, lápices, carpetas, que lleva de un cuarto a otro produciendo cierto desorden, de ese mismo modo se conduce con sus pensamientos. Para él vienen a ser como los muebles en los que se acomoda, a gusto o disgusto. Los acaricia con delicadeza, se sirve de ellos, los revuelve, los cambia de sitio, los deshace. Quien no tiene ninguna patria, halla en el escribir su lugar de residencia Th. W. Adorno. En: Mínima moralia.

Hace unos días de este otoño degustaba mirando los lienzos de Vassily Kandinsky en una muestra del Ayuntamiento de Madrid y al leer su biografía se resaltaba que una constante de su vida fue el éxodo interior y exterior, huía de las ideas totalitarias. El exilio es ese mar dulce y salino donde bracean quienes toman esa decisión. En cada lienzo de Kandinsky se observa el esfuerzo de ir depurando, puliendo el lenguaje para hacerlo más propio. Su obra es la única patria que le queda y es el lugar de residencia. Hay un cuadro de fondo verde que me remeció hasta los tuétanos Green emptyness (1930). Esos esfuerzos y sudores son los beneficios que también proporciona la diáspora en el plano personal, es un duro viaje de introspección. Es un severo aprendizaje de alzar inventarios, de experimentación, de reelaboración constante donde nada está quieto. Es terreno inestable donde se vive a contrapunto.

En esos charcos del exilio me encontré con el artista amazónico Rafo Díaz, en Maputo, Mozambique. A través de una amiga común, Pilar Martínez, me puse en contacto con él y quedamos en vernos. Pasó por el hotel a recogerme y no paramos hasta la noche de Maputo. En la mañana hicimos una visita de calidoscopio por la almendra de la ciudad. En la visita a las librerías me traje en el zurrón algunas obras de escritores mozambiqueños sugeridas por él como el de Luís Bernardo Honwana “Nós Matámos o cão- tinhoso” y “Choriro” de Ungulani Ba ka Khosa. Luego dimos una vuelta por los centros culturales, como el franco- mozambiqueño (tiene una biblioteca la mar de envidiable) y el centro cultural brasileño, en este último vimos una muestra de pintura de propuestas interesantes de artistas locales. Me encanta saber que en la periferia, o el centro dependiendo de la mirada del espectador, el arte se mueve aunque en tiempos diferentes.

Leía del periplo de Rafo fuera del océano verde de la floresta a través de las noticias. El encuentro a orillas del Océano Índico ha sido una buena oportunidad para conocerlo más. Es un artista de varios registros: pinta, cuentacuentos, escribe, hace diseño gráfico, es productor cultural y promociona los derechos de la infancia, entre otros oficios. Trabajar en esos diferentes registros pasa por recomponerse en cada paso, es desgarrarse en cada elección del lenguaje, pero él sigue ahí dándole al cincel, a la pluma. Metido en el tajo. Mientras la cháchara sobre el trópico húmedo amazónico se alargaba y engrosaba como una anaconda, tanto que Sonia y Mónica, la mujer de Rafo, sonreían porque había mucha tela que cortar… para que no fuera a palo seco el parloteo se aliñó con una agradable cerveza al lado del Océano Índico o del Mar de Maputo como dicen los lugareños. Uno de los temas que nos aproximamos fue mirar desde lejos a la floresta con sus claroscuros y luces. Hablamos de la magra vida cultural en Iquitos y alrededores (incluye a Lima y su oligarquía cultural). Así como está Iquitos es una ciudad que agoniza a cada paso.

Rafo es un artista inquieto que no descansa, no se duerme en sus purmas. Le pregunté si era un artista de brújula o de mapas, y me dijo con sus ojos más abiertos y una sonrisa cómplice, soy más de mapas que de brújulas. En su marcha por el exilio me comentó que estaba bebiendo de la cultura africana en la que encuentra muchos puntos de contacto o de encuentros con la amazónica. Su experiencia en Camerún ha sido muy provechosa al igual que en Mozambique donde es reconocido por propios y extraños. Cuenta con dos obras recientes en portugués, “Myleti. A filha das estrelas” y el Relatório Anual 2014 de UNICEF, donde ha traducido el informe del lenguaje legal y burocrático a historias sobre la niñez en Mozambique. En su casa pude entrar a la zona sagrada de un artista: su taller. Se notaba que estaba metido en varios frentes. Seguro que nos los mostrará en breve. Al día siguiente quedamos en vernos pero no pudo llegar a la cita, me dijo que la baja se debía a que el guayabo lo dejó herido. Y yo me decía, no sé cómo sobreviví a esas mareas de cerveza. Desde este lado de la península evoco esas tardes naranjas- mandarina del Mar de Maputo y a Rafo Díaz trabajando en su atelier- su única patria, enfrentándose como todos los días a sus demonios.

1 COMENTARIO

  1. Bravo, bravo, bravisimo por la nota… Rafo Díaz es un ARTISTA en todas sus letras…

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