Que wicapee el primer cascajo quien no haya señalado con la denominación de “loco” a los sujetos que padecen de algún desequilibrio mental. Las calles de Iquitos son el escenario de las largas jornadas de peregrinación de algunos de  ellos, que por cierto no poseen apariencia atractiva: descalzos, semidesnudos, sucios, desarreglados, idos y en ciertos casos, agresivos. En tal sentido, el pensamiento colectivo de la sociedad, con respecto al perfil caracterológico de un ser con percepción distorsionada de la realidad, se basa en los hombres y mujeres que vagan sin horizonte por las calles de la ciudad. Para aclarar el contexto, los seres humanos desfavorecidos con dificultades mentales no son agresivos, por el contrario, son las personas más dóciles del planeta Tierra y quizá de otros más; los casos en que se presentan agresivos es porque están en pleno desencadenamiento de sus episodios de crisis, debido a que no están siendo medicados y no reciben tratamiento; asimismo, dicha conducta eufórica presenta como primera raíz emocional, no la ira, no la violencia, sino el miedo, el pavor. Las personas con trastornos mentales se sienten temerosos de los demás, ya que piensan que les harán daño – pensamiento paranoico-, que si los demás están juntos es porque lo raptarán –suspicaces descontrolados-, o es preferible estar solo y rechazar la compañía de los demás so pretexto de que se aburre con ellos –depresión, baja autoestima, inferioridad-; es decir, si en algún momento se muestran violentos no es por ansias de aniquilar sino por miedo, temor, frustración. Por tal motivo, cuando se observe a un hombre que no está en sus cabales, realiza movimientos extraños, pronuncia discordancias y no controla sus impulsos es mejor retirarse que tratar de calmarlo, en todo caso, si la situación amerita quedarse en la habitación, no adoptar miedo sino instaurar postura relajada y tranquila debido a que el miedo alimenta la cólera.

¿Quién no, en algún momento perdió la cordura y actuó ilógicamente lo cual hizo que, después del drama, se arrepienta de su acto, hasta el punto que quisiera que la Pacha Mama le devuelva a su vientre?. En tal dirección, el problema no está en las conductas de las personas con trastornos mentales, la raíz del meollo está en la errada percepción de la ciudadanía y hasta discriminación, hacia las personas con trastornos mentales. Éstos sujetos que vemos en las calles andan descuidados y sin objetivos en la vida porque no tienen el apoyo emocional necesario por parte de sus amigos y familiares que le dieron la espalda y por tal andan vagabundos en las calles sin poder tener puentes de enlace con los centros de salud mental. No es sacar la tarjeta roja a los familiares por abandonar al pariente discapacitado, ni tampoco sancionar la falta de iniciativa del estado al no rescatarlos del abandono; el proyectado de Jesús decía: “Antes de sacar la paja del ojo ajeno, quita la biga que llevas en tu ojo”. Si queremos enjuiciar a alguien, comencemos por nuestra discriminación hacia los desfavorecidos de facultades intelectuales. El jefe de una exitosa organización, puede tener problemas arteriales o cardiacos, sin embargo, como recibe el adecuado tratamiento y estilo de vida óptimo, puede continuar con sus actividades laborales con normalidad; con la misma lógica, el sujeto que padece de algún desbalance mental , si recibe el afecto de sus familiares, si ellos le muestran cariño, amor, respeto, colaboración y lo acompañan al centro de salud mental a que reciba los tratamientos necesarios para su recuperación; él podrá reinsertarse a la sociedad, vivir en paz, felicidad consigo mismo y con los suyos.