La crisis económica en España ha traído también la crisis del sistema político. Los españoles y españolas muy domeñados, como en el franquismo, con los políticos no cuestionaban nada lo que el bipartidismo elegía y decía. Más aún, que la rendición de cuentas aquí todavía es un cuento chino y que los políticos (los de las viejas y nuevas hornadas) son muy indiferentes a esta cultura de la función pública de rendir cuentas de sus actuaciones. El remezón social a este aletargamiento fue el movimiento de jóvenes, y no tan jóvenes, llamado el 15M que protestaron con indignación cansados de la casta política y la falta de oportunidades. Pero desgraciadamente, este aldabonazo no ha sido entendido por muchos. Los dos partidos políticos tradicionales siguen comportándose sin que nada hubiera ocurrido (mala señal para los tiempos de crisis). La democracia interna de los partidos todavía es de broma a pesar de ser una exigencia ciudadana. Siguen mandando el país como sus vicios y “repartijas” de poder (la función judicial es una de las más apetecible para estos partidos tradicionales, pues allí se lavan las responsabilidades con mucho jabón). Tapándose unos y otros los escándalos. Haciendo triquiñuelas de cara a la galería en el Parlamento y salir en la foto. Pero este sistema político tradicional está herido de muerte. El síntoma es que los partidos tradicionales siguen negando la agonía con su conducta del día a día. Una muestra de ello es lo ocurrido con el sistema de justicia español que ha ganado en descredito con los fallos judiciales a favor de la hija del rey emérito (y hermana del rey vigente) como las sentencias benévolas a quienes, como los banqueros, manejaron el dinero público a su antojo. Alguien del mismo poder judicial señaló que el sistema penal español (pergeñado por la clase política) está construido para castigar al roba gallinas (a los poderosos se les ampara) y razón no le falta. Ni políticos ni magistrados judiciales se quieren dar cuenta que el mundo en que vivían se está derrumbando. Esos fallos judiciales sin justicia poética ratifican este ocaso.

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