Ya va terminar el domingo, primer día de junio. Faltan pocos minutos. Llueve tenuemente en Punchana. Malicio que se avecina algún insomnio. Cojo la motocicleta y prendó la radio para escuchar noticias, pues dentro de pocas horas vamos a emprender –junto a Moisés Cruz, Stefany Pérez, Fabricio Linares, Jimena Romero y David Gonzáles- una nueva aventura, mezclada con locura y alto índice de adrenalina.

Creo haber equivocado de dial. Pues lo que escuchó es Hoy de nuevo la casa se viste de negro… y la voz del monstruo que conversa con el locutor. –Las cortinas se cierran en signo de duelo– los oyentes pueden llamar y, emocionado, marco el 2124100 y nadie contesta. Era la repetición del programa de la tarde y RPP Noticias dejaba escuchar la voz de Raúl Vásquez, quien contaba su vida y obra. –Una vieja tinaja han hecho de florero, antes guardaba chicha y un adiós postrero– mientras el monstruo cuenta que, siendo un jovencito, de diecisiete años viviente de “El porvenir” en el distrito limeño de La Victoria le animaron para que presente sus temas en el Festival de Trujillo.

“Ahí se probará si tus canciones valen o no” le había dicho un empresario que recibía negaciones de las disqueras para grabar las creaciones del iquiteño, que había emigrado a la capital a los cinco años. –Ya se escucha el lamento y la voz lastimera, de una mujer de negro que nadie conoce, ella es la que más llora, ella es la que más sufre, solo el dueño de casa sabe que es plañidera y sigue el relato. Cuenta que nunca conoció a una plañidera en vivo y en directo sino por la lectura de un libro que le regaló un profesor. Que esas mujeres no son exclusividad de la Amazonía sino que en Italia y otros países europeos se las contrata para que el velorio tenga características lastimeras. Narró que la versión cantada por Leonardo Favio no le gustó. No por el tono o la vocalización sino porque –bajo el intento de hacerlo más comercial- le cambiaron la letra e hicieron ver que la plañidera en realidad era la amante del fallecido.

Entre charla y charla llegaban llamadas de Jauja, Trujillo, Arequipa, Lima. Unos recordaban haber viajado con el monstruo, otros que se habían enamorado bajo los acordes de Vas a ser mi compañera. En la ciudad sigue lloviendo –Y el café más amargo que ayer, ya empezaron a beber, un violín en el otro salón entona triste una canción, la plañidera, la plañidera que sus lágrimas vendió, llora a quien no conoció-, Raúl Vásquez cuenta cómo fue al Palacio de La Moneda y estrechó las manos de Salvador Allende llevado por el chileno Miguel Humberto Aguirre. –Ningún lazo le une con quien ya se ha muerto, más se queja y añora como ningún pariente– comenta con orgullo que ningún festival en ninguna parte de la tierra, premió a un solo artista en una misma edición con el primer y cuarto puesto como tuvieron que hacerlo con él en el Festival de Trujillo. Por eso el apelativo de monstruo. Nuestro monstruo, que ha llevado al pentagrama varias imágenes de la selva con un instrumento que todos tendríamos que saber usarlo, es decir la palabra que, como dice en una de sus canciones, sirve para la paz y para la guerra, solo hay que utilizarla para lo primero. Así termina este domingo y comienza el lunes.