Monólogo de un friki (VIII)

Por Miguel DONAYRE PINEDO

Una vez leí una novela de Milán Kundera sobre un médico de fertilidad que en su balneario daba tratamientos a parejas que no podían concebir niños. Era un médico reconocido, y de éxito. Las familias estaban muy contentas con los resultados. Lo curioso del caso es que el mismo médico prestaba o donaba su semen para que las mujeres pudieran quedar embarazadas. Ufff… el médico, claro, tenía un centenar de hijos rodando por el mundo a lo que me preguntaba, ¿qué tal si estos dos hijos se enamoran y quieren casarse?, ¿son hermanos?, ¿se podría validar estas lazos de consanguinidad sabiendo la discreción de los donantes? Vaya embolado. ¿Será fácil salir de ese embrollo?  Bueno, esto que pertenecía a la patria de la ficción, de la imaginación ha dado un salto a la realidad. Se sabe que un médico especialista en fertilidad, a igual que el personaje de Kundera, ha ido donando su semen por el mundo, y se presume, como un centenar de hijos ¿serán todos iguales? Es decir, con rasgos físicos parecidos. El médico ha faltado a su ética profesional y ha engañado a familias enteras. Da mucho que pensar. Como decía ese viejo chiste de una abuelita al conocer las técnicas de fertilización explicado al detalle por su hija, lo pensó, dubitó y espetó, no hijita, prefiero los métodos tradicionales no más.