[Por: Moisés Panduro Coral].

La verdad es que tengo muchos deseos para el año que empieza. Quiero que el gobierno, el Congreso o el pueblo mismo por acción popular deroguen la ley Pulpín que ha puesto los pelos en punta a toda la juventud por el consabido aprovechamiento que de ella harán los explotadores de la mano de obra barata. Éste es uno de los dispositivos más vergonzosos que ha dado el gobierno humalista que ha tenido un origen supuestamente progresista, aunque en la práctica en estos casi cuatro años ha demostrado hasta el cansancio ser un gobierno retrógrado, cambalachero y opuesto al logro de los avances que requiere nuestro país para seguir desarrollándose.

Quiero que el gobierno del señor Humala se deje de poses fingidas y acepte públicamente su vinculación con el prófugo Martín Belaúnde Lossio, uno de los cajeros de la pareja presidencial que según se conoce ha celebrado el año nuevo en conexión con Palacio de Gobierno vía internet desde Bolivia y que ha buscado asilo en ese país con el respaldo y la protección total dispuesta por Ollanta y Nadine, operación conyugal pobremente encubierta por los shows que protagoniza el ministro Urresti con frases como: “mi obsesión es capturarlo”. Quiero que luego del plantón realizado el lunes pasado ante la Embajada de Bolivia en Lima por cientos de jóvenes peruanos, el Presidente Evo Morales rechace la petición de refugio que ha presentado y lo expulse al Perú.

Quiero que en mi Loreto querido, los demagogos dejen de hacer su agosto durante todo el año, que no continúen mintiendo al pueblo ofreciéndole soluciones mágicas a sus problemas que al final son un pérfido engaño, que no sigan emborrachando a la gente con dinero del canon petrolero, del fondo de compensación municipal o de otro tipo de recursos públicos. Nos duele que se pierda tanto dinero por la repudiable corrupción, pero tiene que dolernos también la gigantesca pérdida del dinero público en gastos intrascendentes, de asistencialismo y de populacherismo, que se expresa en el ingente porcentaje que alcanzan los gastos corrientes respecto del gasto de inversión en el gobierno regional y en las municipalidades distritales y provinciales. ¡Que les trague una anaconda a estos infelices!

Quiero que de una vez por todos se detenga la cultura de la adulación. En estos días he visto entregar medallas y declaraciones de “hijos predilectos” a ciudadanos que si bien es cierto han asumido una importante función de gobierno, en mi modesto concepto no tienen –por ahora- ningún mérito, virtud o cualidad distintiva que le de renombre a nuestra región, que exalte a Maynas o a Iquitos, y que, por lo mismo, pone un mal precedente para que este arte de la candonga siga creciendo alimentado por la hipocresía y el incienso inmerecido. ¡Que les caiga un rayo a todos los lambiscones!.

Tengo más deseos para el 2015, son tantos que no alcanzarían el papel ni la tinta del diario. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar uno de mis grandes deseos. Quiero que el 2015 sea el año en que la ciencia o la medicina natural, descubra alguna manera de acabar con la lacra de la corrupción, la coima, la chancada. No sé que pueda ser, tal vez una pócima químico-farmacéutica que disuelva las ansias por el dinero mal habido que se debería dar de beber -a la fuerza- a los ciudadanos que aspiren a convertirse en alcaldes, regidores, consejeros, presidentes regionales, congresistas o funcionarios; no estaría mal un preparado de hierbas y raíces que desinfecte profundamente la zona del hemisferio cerebral donde se alojan esas malas ideas de robar el dinero del pueblo; me encantaría un robot que pueda detectar a cualquier villano de las arcas públicas y lanzarle un haz de luz que le paralice ipso facto.

O, quizás un líquido tipo ayudín capaz de realizar una profilaxis cotidiana de los virus coimeriles que pululan en las manos de los felones que ganan millones con obras pésimamente ejecutadas, adquisiciones amañadas y compras fantasmas. ¡Feliz Año 2015!