Cuando pisas la moqueta del Museo del Comunismo de Praga uno no tiene en cuenta o no valora lo suficiente, muchas veces, que puede estar, ver y pisar una de las páginas más ignominiosas de las historias de la humanidad que hay detrás de la palabra comunismo: la intolerancia hacia las otras ideas. La cerrazón por el dogma, “de las desviaciones ideológicas”, “de los gustos burgueses” entre otras tantas chácharas de ese período. La tribu contra la idea de una persona. Los seres humanos somos seres muy raros, nos destruimos. Nos ingeniamos en sofisticar el mal para hacer daño a nuestra misma especie. Cuando paseaba por esos trechos de Praga por donde alguna vez caminaba Kafka o el grupo de chiflados de literatura llamado los Shandy por el Café Václava o los personajes de Milán Kundera, en una de las calles principales recordaban la gesta de la primavera de Praga. Había fotografías en blanco y negro que retrataban ese momento. Sobresalían los famosos tanques rusos y personas arrestadas. Con el tiempo ese paseo lo valoro cada día más y mejor luego de ver la película sobre Milada Horáková (25 de diciembre de 1901 – 27 de junio de 1950). Era una abogada y política checa que luchó a brazo partido contra dos de las grandes intolerancias del siglo XX: el nazismo y el comunismo, también hubiera que añadir a esa lista de intolerancia de las ideas al neoliberalismo troglodita que reina en muchos foros y que se enarbola sin complejos. Tanto el comunismo y el nazismo terminaron en los campos de concentración y en el caso de ella pagó con duros años de cárcel. Todas estas ideas hegemónicas totalitarias han hecho que se rompa valores como la libertad individual y la libertad de pensamiento. Milada luego de sufrir torturas y vejaciones, de casi doscientos procesados, fue la única mujer condenada a la pena capital (ahorcamiento) por el régimen comunista checo en 1950 a pesar de la presión internacional. Su tesón y persistencia la convirtieron en un símbolo de la resistencia. No lograron apagar esa llama y gracias a ella, y a muchas otras personas anónimas, se logra pasear sin apuros por las orillas del río Moldava.

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