Por Filiberto Cueva

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Durante el periodo que viví en Anchorage  (Alaska) conocí a Gladys Gerena, una puertoriqueña de aproximadamente 50 años. Una mujer llena de alegría, gozo. Su sola sonrisa y chispa te invitaba a sonreír.

Recuerdo que íbamos juntos a la misma escuela de inglés. Solía entrar en el aula de clases con una energía que rápidamente se hacía notar. Por su parte, su pronunciación para hacerse entender en inglés era divertida, pues siempre venía acompañada de una sonrisa.

Gladys es de esas personas que han venido a alegrarnos la vida. Qué no sabemos cómo es que lo hacen. Que tampoco sabemos por qué es que lo hacen. Sino que simplemente, lo hacen “alegrarnos”.

Un viernes por la tarde me envío un mensaje invitándome a un concierto. Se presentarían varios cantantes e interpretarían canciones en diferentes géneros musicales.  Ella me dijo “ Yo cantaré a las 6 de la tarde. Te espero”.

Me sorprendí, puesto que no sabía que es cantante. Pero al mismo tiempo, me alegré. Pues si solo con su actitud era capaz de alegrarnos a todos. Con su música posiblemente podría hacer mucho más.

Sin embargo, llegué a su presentación 15 minutos después y no pude escucharla. Tenía solo semanas de haber llegado a Alaska y aún no me familiarizaba con las calles. Entre la nieve y el hielo tardaba más en caminar. Luego me dijeron que debía comprarme zapatillas con plantas especiales. Pero esa es otra historia.

El asunto es que me sentí muy mal de no poder escuchar a Gladys. Sin embargo ella me dijo “ ya habrá otra oportunidad” y la hubo. Semanas después fui a una presentación suya en la que interpretó una maravillosa canción llamada “mi abogado”. En la que decía que la única ayuda venía del cielo.

Dicha canción llegó a mí, una semana después de haber buscado un abogado experto en asuntos migratorios para que me asesore en la ampliación de mi permiso de estancia por 06 meses más en los Estados Unidos. Pero, por lo caro que costaba un abogado, por encima de los 200 dólares la hora aproximadamente, dinero que por supuesto no tenía, con lo cual, solo me quedaba adentrarme en google, leer toda la información posible sobre cómo extender un permiso de estancia y llevar a cabo el proceso (por cuenta propia).

Luego de que Gladys terminara de cantar la canción “mi abogado” me acerqué a agradecerle  y contarle la falta que me hacía un abogado en ese momento. Pero que no podía permitirme pagar uno en ese momento. A lo que ella dijo, el cielo es tu abogado.

Meses después me viene a Europa. Antes de viajar, Gladys me invitó a su casa y a brindar con sidra, una bebida hecha a base de manzana. Brindamos por la vida, por la alegría. Recuerdo que me dijo, cuando lance mi primer CD te enviaré una copia a Europa.

Oh sorpresa, me ha llegado un mensaje suyo, diciendo que en dos semanas estará listo su CD y que por supuesto, tiene incluida la canción de “mi abogado”.