En verdad escribiendo, no sabemos qué tiene que ver el ganado vacuno, el pasto o el establo con algunos integrantes del respetable gremio médico de esta ciudad. Ignoramos la influencia de la rumiante vaca y la alegre ternera para iluminar la problemática de ese sector tan importante para cualquier sociedad. Pero así, con alusiones zoológicas propias de la criandería o el consumo vacuno, descendió el nivel del debate en momentos en que se anunciaba un paro en el sector. Es decir, lejos de buscar una salida decorosa, una solución al problema que iba a estallar, se optó por la guerrilla verbal sin sentido, el intercambio de acusaciones  sobre supuestas a verídicas faltas.

Estas faltas tienen que ver con esa industria peruanísima: la tardanza. Esa demora que unos y otros llevan como un sello de nacimiento nos parece una anécdota pequeña, un episodio ínfimo. Decididamente cuestionable, desde luego. Pero no está por allí el mayor problema que agravia a ese sector. Es el no llegar, a cualquier hora, a una buena atención al público, al paciente, al usuario. Para conseguir la eficacia en la atención médica se requieren de varios elementos enlazados. Y esa cadena no existe todavía en nuestro medio, donde la salud está enferma desde hace tiempo. Y no lo podrán resolver nunca querellas que esquivan los temas de fondo.

Entonces, la obra de Moliere, Médico a palos, se podría aplicar con toda justicia a algunos de los profesionales de la salud que,  en estos días, en una muestra de enconos personales, de rivalidades errantes, se han extraviado en penosos dimes y diretes, en encontradas declaraciones de comadres, en cursis respuestas que nada tienen que ver con la mejora del ejercicio de la profesión para beneficiar a la población que, con todo derecho, tiene una mala opinión de ciertos médicos.