Vivimos tiempos de radicalización entremezclado con un yo muy robustecido que se agranda cada vez más con el torbellino de las redes sociales – no sabemos si las redes son un demonio o un santo pero son cultivo o tierra muy abonada para un ego muy dañado. Lo digo mientras un pata ha renovado su foto del FB y reciba varios piropos del día – hay que reforzar esa estropeada autoestima pareciera decirnos. La radicalización de las ideas y acciones se advierte en el amplio espectro de la palestra. Son tiempos donde la intolerancia muestra una de las peores caras. De hacer el carga montón, a por ella o él. Gana el vocerío, las algaradas, la pedrada, la invectiva, rostros afeando comentarios sin escucharlos. Este comportamiento para bien o para mal es avalado en las redes sociales donde pueden hundir en la depresión a una persona – una actriz porno apareció muerta misteriosamente luego de publicar un comentario en una red social que no gustó a muchos que la leyeron y fueron a por ella con un alud de insidias y amenazas.  No se trata de construir o de escuchar sino de atacar, derribar al contrario. El otro es el rival a batir. Ese mundo líquido crea monstruos reales y cada vez más espantosos. Desgraciadamente. Los cementos sociales que antes unían a la sociedad cada vez tienen menos sedimentos. Se ha diluido para dar paso a un ser muy evanecido de sus estupideces y charcos de resentimiento. Algunos muy convencidos y sin complejos que ante tiempos difíciles alientan a que se icen las banderas, cada vez que veo una, tiemblo. O que proclamen a su casa como una república, es el sumun del egoísmo. Pareciera una profecía con los peores augurios. Se acabó la discusión, el civismo. La discusión razonable en estos casos toma ya otra deriva, se respira a bronca. Van casi al ataque personal. Hace poco publicaron la noticia que una persona atacó a otra hasta causarle la muerte por el solo hecho que llevaba unos tirantes con los colores de una bandera. Eso hecho bastó para arremeter contra ella y matarla. Pero esa conducta criminal y esa muerte es el signo de estos tiempos despiadados en el que vivimos. Malos síntomas.

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