Los viajes transatlánticos suelen ser muy oportunos para ver películas que no pudiste ver por x o z razones. Las once o doce horas que dura cruzar el charco da tiempo para ver varias pelis sobre todo de cine latinoamericano. Esta vez la oportunidad era la película peruana “Magallanes”. El argumento resumidamente, que a un coronel con alzhéimer se le aparece en su larga sombra con el pasado la muchacha que él toma como presea en una de las incursiones en una de las comunidades andinas durante el conflicto armado interno que vivió Perú. Ella vivía en Lima y es reconocido por un soldado que formaba parte del batallón del coronel y que él después de la guerra hace de chofer del oficial y que le pasea en los ratos de ocio. Esta aparición de la chica hace que el soldado se invente un chantaje y luego un secuestro, y con el dinero trata de reparar el daño causado – una suerte muy manoseada (y prosaica) de justicia poética. Desgraciadamente, el final de la película en lugar de poner el orden en su sitio, sufre un desenfoque sobre el tratamiento sobre la justicia, verdad y reparación. La joven que en su momento fue violada por el coronel y los soldados denuncia al supuesto agente de la justicia poética que a su vez queda exonerado de culpa por el retiro de la denuncia del secuestro de parte del hijo del coronel. En el epilogo del filme, hay un vibrante alegato de la muchacha en quechua, al menos, que no fue traducida en la exhibición de la película en el vuelo. El alegato nos deja en blanco ¿quiere mostrarnos la incomunicación del país con un gran sector de la población que sufrió la violencia en sus carnes?, ¿Qué seguimos siendo un país segregacionista? Al final, ella perdona a sus victimarios a través del olvido y la película nos manda el mensaje, discutible, del famoso borrón y cuenta nueva. Una interesante película que, lamentablemente, tiene un flojo final o mensaje en relación con la justicia, verdad y reparación, pero no por ello no hay que dejar de ver.

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