LVS y el Obispo o, si prefieren, el Obispado

ESCRIBE: Jaime Vásquez Valcárcel

A ver, cómo les explico, en quien me cobijo o, mejor dicho, a quien me arrimo para decir todo lo que pienso en torno a un titular bien pensado, bien meditado y, si ustedes quieren, un poco exagerado. Admito algo de exageración y, si les gusta, ofrezco las disculpas del caso y reenvío y retwiteo a todos mis contactos un mea culpa medio hipocritón. Como quieran. Como notarán quienes siguen este diario y a este columnista la cosa se trata de “Obispo roba información”, titular con que este diario adornó una parte de su publicitaria portada un día de la semana pasada. Vamos con las deducciones lógicas que, partiendo de premisas verdaderas, siempre concluirá en conclusiones verdaderas. Un ejercicio elemental e inefable. LVS nos robó una información que nos costó tiempo, sudor y mojadas. LVS pertenece a los vicariatos apostólicos de Iquitos y de San José del Amazonas, ambas instituciones tutelares de la Iglesia Católica. El representante de ambas instituciones, por razones que no son necesarias explicar en este artículo, es el Obispo Miguel Olaortúa. Por lo tanto quien roba información es el Obispo. Llámenlo exageración, si quieren, pero es mi verdad que, como decía San Agustín, para que la verdad no sea tuya ni mía tiene que ser tuya y mía. La mía es esa. Y como estamos hablando de verdad y errores, acudo otra vez al santo de Hipona y reviso el libro de citas que me obsequió el hermano Víctor Lozano, director del Colegio San Agustín y como me he vuelto más incrédulo todavía repaso algunas frases del hijo de Mónica en internet y encuentro estas joyas: “Para poder enseñar a todos los hombres a decir la verdad, es preciso que aprendan a oírla”, chúpensa esa. Otra “Los que no quieren ser vencidos por la verdad, son vencidos por el error”, ajá. La penúltima “Predicando la palabra de verdad, engendraron las Iglesias”.

Ya sé, ya sé, como recuerda Beto Ortiz en su imperdible texto dominguero ya sea antes o después de la misa, “Es una regla de hierro en la TV –y en el twitter- la de no contestarle nunca a psitaciformes de menor vuelo pero veces hay en que uno, como todos, se encabrona y revienta. No siempre se puede poner la otra mejilla”. Eso hicimos la semana pasada ante tanta majadería que emana todos los días la emisora de nuestra Iglesia, total la Iglesia es de todos, ¿no?. No quisimos poner la otra mejilla y redactamos menos de una carilla para decir nuestra verdad. Y como la verdad nos hará libres sabíamos que la misma provocaría muchas reacciones. Unos lo hicieron a través de las redes sociales y la aludida desde su sitio web. Pero ¿saben una cosa? El Obispo es el ¿culpable, responsable? de esos yerros de esa emisora. Eso lo tengo clarito. Por eso hasta las radios adventistas y evangélicas predican mejor la palabra de Dios que quienes al estar encargados de una empresa de la Iglesia Católica se computan dioses y han hecho de la emisora de la calle Abtao una agencia de empleos de sus parientes. Sí. No escribo en clave ni ocho cuartos. Ese patita Oraldo, a quien aquí conocemos como “El beatito”, pero bien podría ser el “León de Natuba”. Porque ese personaje cree que poniéndose de rodillas ante sus superiores alcanzará la superioridad. Cree que arrodillándose de la manera más miserable –por las miserias que quiere tapar- ante quienes le mantienen en el cargo alcanzará el empleo eterno. Allá él. Porque basta ver las fotitos que intercambia usando la infraestructura de la Iglesia para comprobar que el pecado es su divisa. Y qué divisa. Don Oraldo, a quien respetamos por las mismas consideraciones que respetamos a los roedores, ha hecho de la emisora católica un ente sin alma. Es la verdad, gracias San Agustín. Está envuelto en los viáticos que le manda la vida, los excesos que le brinda la poca cooperación internacional, las ayudaditas nepóticas que le solapan las sotanas. Y desde ahí, desde ese púlpito radiofónico, dice que quiere salvar a los vivos y a los muertos. Se habrá visto semejante egocentrismo ignoranton. Que intente hacer eso con quienes desconocen sus avatares o conociéndola se tapan los ojos es explicable, como todo en la vida. Pero a quienes sabemos cómo se reparte la ostia o hemos aprendido algo de sacerdotes ejemplares que no nos venga con disculpas y aclaraciones. Nada de eso. En esa radio, donde han pasado personajes como José María Arroyo, Maurilio Bernardo, Marcelino Esteban, desde el punto de vista clerical y, si les gusta, otros laicos de fuste, deberían reformular sus intenciones. Porque, cristianamente, qué emisora pueden escuchar nuestras abuelas para recordar la palabra de Dios. ¿Acaso escuchar a un imbécil como antesala para colocar vallenatos es la misión de una radio de la iglesia de Iquitos? ¿A dónde han conducido los obispos de Iquitos y San José del Amazonas a lo que fue radio Mariana que tienen en el maestro Víctor Manuel Velásquez Cárdenas como un programa que podría acercarse a lo que es nuestra Iglesia y que solo tiene media horita en toda la programación?

Y la culpa quién o quiénes la tienen. Los de la cúpula, pues. No me van a decir que los obispos han dicho: “que en LVS hagan lo que quieran, no nos vamos a meter”. No pues. Si ésa es la decisión que alquilen uno de esos tantos cuartitos que tienen en edificio de la Plaza de Armas a una de esas damitas que se dedican a lo que conocemos como el oficio más antiguo del mundo. ¿Acaso los sacerdotes ibéricos y selváticos que han llegado a estas tierras y ha parido esta tierra han claudicado de la función elemental que deben tener los medios de la Iglesia? ¿Acaso los curitas tan ilustrados y a veces tan descuidados en la propagación de la fe han desistido de un elemental sentido de la responsabilidad y han confiado a un par –tal vez un trío- de ignorantes la conducción de una emisora que no se diferencia en nada de las tantas radios comerciales y parcializadas que abundan en el éter contaminado de esta casa del Dios del desamor?

Y termino, por ahora, con un extracto –no pirateado, ejem- del último artículo de Mario Vargas Llosa publicado en “El país” y en “La república” sobre el libro de un sacerdote jesuita que vivió la época del terror en Ayacucho. Tomen y lean, como decía San Agustín: “Una tarde, le vienen a decir que su nombre figura en una lista de personas que las fuerzas paramilitares van a eliminar esa misma noche por sospechosas de ayudar a la subversión.  En esa interminable noche, a la luz de una vela, Flores Lizana pasa revista a su vida, reconoce que lo que ve y padece le ha llegado a producir “una crisis de la fe en la Iglesia Católica” y se pregunta, desgarrado, “¿por qué los obispos se portaron como lo hicieron y por qué no defendieron la vida como lo esperaban las víctimas y muchos de los agentes pastorales de su tiempo?”. La respuesta es muy simple: porque la primera prioridad de esos jerarcas eclesiásticos era acabar con la Teología de la Liberación, aunque ello significara mirar al otro lado “cuando se cometían estos crímenes sin nombre contra los campesinos y los detenidos desaparecidos”.

¿A dónde están mirando los obispos representantes de las dueñas de LVS Digital?.