Eran los tiempos en que para hablar en radio se escribía. Incluso para dar la hora se escribía. Y no es el pasado tan lejos. Sucedía en Iquitos allá por los primeros años de la década del 80 del siglo pasado. Se improvisaba, qué duda cabe, pero hasta eso se planificaba. Suena contradictorio de acuerdo al cristal con que se mire. Pero es la verdad. Se “libreteaba” todo y el campo para la equivocación estaba totalmente reducido. En ese mundo da la escritura radial yo estaba por meterme. Y me metí mientras cursaba el quinto de Secundaria de la mano de mi tío Miguel A. Villa Vásquez, quien dirigía y conducía el programa “Noticias y bolero” en Radio Loreto, cuya frecuencia de Amplitud Modulaba acaparaba la sintonía. La Frecuencia Modulada llegaría después. Cuando mi tío arrancaba su moto para retirarnos de la calle Arica nunca dejaba de expresarse “ya llegan los compañeros”.

Quien llegaba raudamente era Luis E. Luna Paredes, director del noticiero “Hora 7” que conducía y elaboraba con Néstor Ruíz Zegarra y James Beuzeville Zumaeta. Era el mejor noticiero en su momento y siempre me invadía la curiosidad por ese señor que llegaba apurado sacando del bolsillo trasero unos papeles un tanto arrugados para leerlos en las secciones. “Una persona sin información es una persona sin opinión, lo dice Hora Siete”, se escuchaba todas las mañanas.

No vamos a ponernos nostálgicos con la escritura del ayer. Solo unas añoranzas de lo que fue ese programa en el mundo radial de Iquitos. Y, claro, unas pinceladas sobre Lucho Luna que, según me he enterado anda un poco mal de salud y, ese mal que persigue a los periodistas de antaño, no goza de seguros ni sistema de protección alguna.

Lucho Luna compartía radio con Alfonso Yalta Gaviria, Demetrio Díaz Souza, Julio Ríos Córdova, Edward Abecasís Mori, Carlos A. García Ruíz, Víctor Manuel Velásquez Cárdenas, entre otros. En música y deportes llevaba la delantera. En noticias también. En ese conglomerado los tres (Ruíz, Beuzeville y Luna) se las ingeniaban para “hacer radio”. No había –como muchos- recibido capacitación académica para la radiodifusión pero en la práctica se conectaba –que al final es lo que cuenta- con la gente. Era un periodista en el más amplio sentido de la palabra. Y por ende, no estaba exento de los adjetivos que le colocaban antes y después de su nombre. Desde “aprista” hasta los más inverosímiles que se pueda imaginar en el medio. Siempre fue un periodista hecho en la rutina diaria. A pesar de las coincidencias que hemos tenido durante las labores periodísticas –hoy que leo la columna de Potrillo, donde Jorge Carrillo Rojas le atribuye la autoría de ese sobrenombre- he caído en la cuenta que pocas veces nos hemos sentado a hablar de su vida y su ingreso al periodismo. No sé mucho de él. Pero me basta con decir que con su ingreso raudo, su caminar apurado y el no saber estar mucho tiempo en un mismo sitio, además de su habilidad para escribir en cualquier papel una nota periodística solo apoyado en sus manos, ha hecho que su figura sea imborrable en fondo y forma. Un gran tipo Lucho.

Ojalá los demás colegas, de su entorno y contorno, podamos seguir algunos de sus pasos en estos tiempos y que sepamos que “una persona sin información es una persona sin opinión”. Y, fíjense pues, en estos tiempos la mayoría de colegas exige tener opinión pero carecen de información. Así cambian los tiempos.