En agotadoras gestiones, en cansantes jornadas, moradores del asentamiento humano El Aguajal, han perdido el tiempo, las energías y las escasas monedas que invirtieron en pasajes, en alimentos ambulantes. Otra cosa no se puede decir porque después de casi cuatro meses de ir y venir a las oficinas de Defensa Civil de la Municipalidad de Maynas  no han conseguido nada. Nada, así como se lee. Ellos y ellas solicitaron ayuda para defenderse de los peligros y los desmanes de la creciente de siempre, de la inundación que regresa cada año. Anhelaban construir puentes para evitar los peligros y los desmanes del agua. No consiguieron nada y ahora padecen los embates de las aguas desbordadas.

Es decir, como si no hubieran hecho nada, como si hubieran estado con los brazos cruzados, están con el agua hasta el cuello.  Viven en plena creciente con los cambios y las incomodidades que ello ocasiona, inevitablemente. Los padres de familia tienen que caminar entre la inundación,  cargando a sus hijos para que puedan acudir a la escuela. De vez en cuando, aparecen boas peligrosas, aparecen lagartos carniceros. El riesgo y el peligro arribaron con las aguas crecidas. Los puentes hubieran  cambiado las cosas. Pero, lamentablemente, no recibieron ayuda a tiempo. Pero, esos hombres y mujeres, tercamente, siguen esperando que la oficina edil les atienda de una vez por todas. 

Es decir, con el agua hasta el cuello, cercados por el desborde fluvial,  con el riesgo cierto de naufragar, los habitantes  de El Aguajal, piden los puentes antes de que la creciente inunde por completo ese lugar.  Antes de que el asentamiento se hunda sin remedio. Antes de que ocurran desgracias personales que lamentar. Y piden ayuda con justicia, piden con ilusión que es lo último que se pierde. Desde enero del presente año vienen haciendo lo mismo, solicitando, pidiendo, rogando.  ¿En qué momento, en qué mes, en qué año, en qué siglo, en qué milenio, serán atendidos esos sufridos compatriotas que viven en la frontera entre la ciudad y lo rural?