Es su primer verano en la playa y ha llegado hace pocos días a realizar su primer trabajo vendiendo golosinas, cigarros y demás. Se acerca porque en nuestro grupo estamos tomando unas cervezas y le han dicho que cuando hay gente con licor, seguro hay padres que quieren gastar comprando a sus hijos para que estos no los molesten. Tiene 11 años y llega desde un anexo de Espinar – Cuzco junto a un grupo de cinco niños – adolescentes. Están en todos lados. Más allá hay otro niño que vende helados, otro que vende empanadas, un poco más bronceado está el que alquila carpas y sombrillas.

Estos son los más experimentados y obviamente tienen el trabajo que requiere de mayor experiencia y manejo de personas que, en muchos casos, se pueden resistir a pagar los costos del alquiler. Pero sobre todo hay lo jaladores de comida y bebida.

Cobran una comisión de uno o dos soles por cerveza, dependiendo de la zona y de la lejanía del recado; y de tres a cinco soles por plato de comida que traen desde los restaurantes asentados a doscientos metros de la playa. Caminan con su cartel de menú y mariscos y, aunque seguramente no los han comido, los ofrecen con cierta seguridad que les da conocer a diario una relación gastada con los mismos platos.

Son del Cuzco, de varias provincias de Puno y de algunos de las provincias altas de Arequipa. Agustina debe ser la más miedosa de todos(as). De la gente, de sus propios compañeros, incluso del mar. Por eso, contradictoriamente a lo que uno puede pensar, está bien arropada. Cómo si no quisiera dejar el hábito de sus 3800 m.s.n.m de donde proviene.

Duermen amontonados en las carpas de paja que arman los propietarios de los locales de todo tipo que se apilan en la playa por el verano. Entre lunes y jueves para ellos pueden ser días felices. Juegan un poco porque no hay mucha gente que baja a la playa. Tienen tiempo para ser niños, con extraños, pero niños. Juntan por día en promedio unos 20 ó 30 soles. Pero los fines de semana, con algo de suerte, pueden llegar a los 60 ó 70 soles. Algunos se arriesgan y pasan la noche esperando que a los borrachos se les acabe la cerveza para cruzar corriendo la arena, la pista y traerles el licor helado y ganar unos soles más a destajo.

Agustina dice que junta el dinero para sus útiles escolares. Cuando vuelva a Espinar les contará a sus hermanos cómo es el mar y de repente al próximo año se anime a llevar a su hermano menor. “Si lo traigo voy hacer qué él se bañe todo el día en el mar, mientras yo trabajo”, dice, mientras me exige que le compre rápido.

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