LOS MISMOS CUENTOS DE AYER

Nada queda a los peruanos del exhibicionismo electoral de tantos años y sus inevitables  desengaños.  Nada queda en ninguna parte el movedizo baile del chino muchos antes de que el ingeniero fuera con su música a la cárcel, de la descarada  exhibición carnal de Susy Díaz, de las astracanadas del señor Toledo, del discutible teteo de Alan García, de los pollitos regalados por el entonces candidato Jorge Monasí, de las pelotas y polos regalados por los unos y los otros aspirantes a exprimir la ubre del poder. Así las cosas, cada campaña por votos es un simple desperdicio, una evacuación de gestos y hechos de mal gusto que pretenden interpretar el supuesto gusto de la gente.  La vieja historia se repite en el convulso presente.

De esta campaña electoral tampoco quedará nada, salvo el olvido, de los cantos plumíferos de Jorge Mera, del único forado callejero cerrado por Euler Hernández, del evento festi-canto y festi-danza auspiciado por Richard  Vásquez, el que salvará  a Belén, según propias palabras de un lema imperdonable. Los aspirantes al poder siguen en lo mismo, repitiendo el mismo manual para ganar votos.  No toman ninguna medida para revertir el creciente desprestigio ante la ciudadanía. No se hacen cargo de la crisis que agobia al gremio encargado de gobernar. Creen que la campaña tiene que ser un espectáculo y alimentan ese error con tonterías y con regalos y promesas que en la mayoría de los casos no se cumplen.

Los dioses ayudan a los que se quieren perder, dice  un dicho exacto. Eso parece que está pasando actualmente con la clase política en general que no entiende el tiempo en que vive y que siguen repitiendo los mismos cuentos de ayer, los mismos errores de siempre. En esta hora feroz, cercana a una anarquía política donde la violencia podría ser incontenible, se impone una refundación de la política. La crisis que la agobia,  como a tantos otros oficios, no deja otra salida.