Dos amigos, hombre y mujer, conversan sobre el mal momento que le tocó vivir a la nena. Están caminando por la recta del malecón Tarapacá rumbo al bulevar y seguro darle la vuelta, o quizá subir por la Nauta hacia la plaza de Armas, son las 5 de la tarde y el gringo de arriba ya no quema tanto, es más, ya no quema. Los papás de Maya recriminan su pasión por el arte y la actuación, ella está por acabar Ecología por lo que papá insiste que se incorpore en alguna empresa transnacional. Maya tiene serie de visiones emprendedoras con relación a la difusión y concientización del cuidado hacia la tierra, de la promoción de un sistema económico sustentable y equilibrado con la protección de nuestros bosques; sólo que ahora se siente confusa por lo que le dicen sus padres y demás personas cercanas, es por tal que ahora está conversando con su amigo amante Javier, ellos hablan sacándose las viejas concepciones y pensamientos ortodoxos y desalineados con la realidad social actual. Javier ya es base tres, la vida en ocasiones le hizo tocar piso frío caliente, por lo que antes de despedirse, entrega a su pareja  un sobre con dibujos, hechos con lápices de colores, seguro dibujados por él mismo, un poema, quizá creado también por él, dónde expresa la paciencia y la postura recia que se debe tener ante las experiencias personales. Algunos les tocará la vida menos estresante o más acomodada; como a otros, para tener todo eso, deberán sudar sangre púrpura bermellón y por ahí; aparecerán el grupo de los que lucharon pero lo pesado del camino hizo que la meta parezca imposible, ese poema que entrega Javier a la linda Maya tiene contenido motivador  que hace llamado a la constancia y la sabiduría, decorado con temática amazónica.

Los Caminos de la selva

Voy a paso lento pero voy;

la selva de la experiencia

tiene distintos senderos,

algunos con caminos livianos,

vivencias tranquilas, aguas calmas;

otros, con trochas pesadas, rutas salvajes,

sucesos al piso.

Sea como sea, todos los trayectos

siembran raíces en la conciencia,

marcas mentales que nos acompañarán por siempre,

cicatrices de acero,

protección que otorga la naturaleza.

Soy lo que soy, por los caminos que recorrí,

quizá tomé el camino más largo,

más pantanoso, donde la maleza

invadió mi propiedad, mi comportamiento,

quizá me empeciné demasiado

en traspasar esas corrientes de aguas descontroladas,

bohemias, estimulantes.

Pero acá estoy,

lleno de heridas que ya cicatrizaron,

marcas que en sus momentos

fueron verdades agudas, quemaduras punzantes;

hoy, son prueba de una selva rica

en flora de conocimiento y fauna de felicidad.

Y es que la selva tiene muchos caminos,

unos pasivos, otros intensos,

tomes el camino que desees,

siempre, al final del trayecto,

ganarás sabiduría y mucha actitud optimista.

Voy a paso lento,

pero voy.