El colegio San Martín de Porres es un colegio que se ubica en el distrito de Alto Selva Alegre – Arequipa zona media y cuenta con un millar de alumnos en un área reducida. Es pequeñito, pero tiene altas metas educativas que en buen cristiano significa estar bien visto por la gente de la zona que pugna por una vacante. Cosa rara en el sector público, pero indica que no todo es malo en la gestión de algunos sistemas educativos como este que es regentado por Los Círculos Católicos de Arequipa (CIRCA). Un grupo que viene gestionando de manera acertada decenas colegios que, lejos de sus manos, ya estarían abandonados por, precisamente, falta de metas.

Esto poco entiende Carlos del tercero de secundaria que, diariamente, tiene que soportar que los balones del futbol y de básquet de la única cancha que tienen se estrellen contra la pared de cartón. De tanto balonazo las paredes se asemejan a panal de abejas que deja ver de adentro a que juegan sus compañeros. El hace labores en el segundo salón prefabricado que se ubica en pleno patio. “Nos prometieron que si los poníamos aquí, pronto nos iban a traer uno nuevo”, dice resignado. Nunca se cumplió la promesa de la burocracia estatal. El colegio es Jornada Escolar Completa (JEC). A pesar que su incorporación dependía de una infraestructura oportuna y adecuada, esto nunca se evaluó. A estas alturas tampoco importa porque los docentes, haciendo de tripas corazón, asumieron el reto y cumplen el horario mayor que establece las normas que amparan al JEC.

Tal vez esperando la divina providencia a la que rezan como buen colegio católico. O tal vez porque aún creen que las cosas pueden mejorar y no se hacen problemas. Por ejemplo, a la hora de almorzar lo hacen en pleno patio, sentados en las graderías o parados, cuidando que un balonazo no se lleve volando el plato. Si no hay aulas suficientes pues hasta hacen labores en la capilla, menos habrá un comedor para un horario extenuado que se extiende hasta las 4 de la tarde. Si la denominada reforma educativa hubiera detectado estos problemas (que para el centralismo debe representar una cifra más, pero que no sólo para un sector sino para todo un distrito de más de 80 mil pobladores significa creer en un gobierno que dice apostar por la educación), entonces Jaime Saavedra podría haber tenido un respaldo efectivo.

Hoy, un 52% de la población dice que no se hace problemas en que salga del Ministerio. Si esos 145 millones aparentemente mal utilizadas por el Ministerio para comprar computadoras hubieran servido para ser repartidos en realidades como del colegio San Martín, esta reforma hubiera tenido una credibilidad efectiva. Sólo un dato para ponerlo en contexto. De esa cifra este colegio necesita tres millones para relanzarlo, no convertirlo en Emblemático y no sirva sino para la propaganda electoral, sólo operativizar lo que ya existe ahí: una buena gestión. Pero no, la denominada reforma es lenta. Los maestros recién estarán prácticamente a la mitad de un sueldo de un policía en el 2018. Con esa lentitud la reforma sirve al político para la excusa en la televisión, pero no para hechos concretos de la realidad educativa como el San Martín.

Por eso, si se va Saavedra del Ministerio no se habrá perdido mucho en el campo magisterial. Si quieren lucha política pongan a uno más duro y radical, pero no jueguen con ese cuento que sin él la denominada “reforma” se cae, pues si dejó la maquinaria del manejo presupuesto en manos de los lobos de siempre en los ministerios y estos los despilfarraron mientras él, como buen economista daba lecturas de cifras educativas de mejora o silbaba al viento sin cuidar sus espaldas, es su problema. Ser cojudo o parecer, también pasan la factura.

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