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El diario Pro y Contra en Iquitos ha publicado ayer una lista de asesores que darían este servicio al gobernador regional Fernando Meléndez. Si estos fueran eficientes, entonces no estaría atravesando por una crisis permanente de credibilidad e ineficiencia – por decirlo menos – a un año y 10 meses de iniciada su gestión.

Siempre se ha cuestionado la actividad de los asesores, en algunos casos por tratarse en realidad de un cargo ofrecido a alguien que ha puesto de la suya durante la campaña y en otros casos por resultar más incómodo lejos que cerca, sobre todo si se trata de una persona vinculada a medios o dirigentes que, teniendo información de la autoridad la aprovechan para ejercer una presión que limita con la extorsión. Claro que existen los otros. Una especie de Carlos Moreno regionales o provinciales. Una forma de operadores que están ahí porque son afines en los “negocios sociales” en las que está interesada la autoridad o van a ser los operadores, “felpudinis”, o controladores de las comisiones de licitaciones, de tal manera que se crean una especie de camarilla alrededor de ellos.

Estos son desde abogados, ingenieros, periodistas; es decir, todos los “profesionales” que se requieren para sostener el perfil que la autoridad le ha dado o le han inventado a duras penas a su gestión. Si hay un interés político, aparte del económico, entonces su trabajo será paralelo, pero si solo son un conjunto de comechados que están ahí para aprovecharse de la coyuntura pasa lo inevitable. Caos y despilfarros. Estos cargos de los asesores son los mejores en la administración pública pues no contrae responsabilidades administrativas y en muchos casos pueden llegar en la formalidad a ganar igual que la autoridad que los contrató. Ahora. ¿Cuántos asesores necesita un gobernador para ser medianamente eficiente.

O mejor dicho, para que sus decisiones sean algo inteligentes. Desde su posicionamiento político hasta declaraciones o actitudes frente a los medios o la población? Si el trabajo fuera eficiente en el caso de Loreto, Fernando Meléndez estaría caminando tranquilo y asegurándose que el enorme equipo que gasta casi cien mil soles al mes cubriría sus espaldas y tendría los mensajes, informes y consejos apropiados para no caer en la desesperación que, por todos lados aparenta esta autoridad. La recreación de la realidad es la única excusa que amerita este grupo de ineficientes al lado de Meléndez.

Para justificar el sueldo mentir sobre lo que sucede, es la apuesta más fácil y recurrente de los asesores. El dilema mayor surge si es que la autoridad cae en el juego de inventarle una litera verbal y periodística que lo levita de su pueblo, lo aleja, iniciándose el desequilibrio y la debacle, la causa de todos los males habidos y por haber y con final insospechado.

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