[El Bicentenario de la emancipación nacional].

Escribe: Percy Vílchez Vela

El bicentenario de la celebración de la independencia nacional del poder castellano se acerca a pasos apresurados. El 2021 está  a la vuelta de la esquina y no muy lejos  están los que no aceptan que la liberación también  fue una epopeya regional, un suceso que se realizó en tierras del país interior. También en la Amazonía del Perú.  La costumbre de celebrar  hechos, sucesos y personajes nacionales, concentrados en Lima,  es toda la fiesta patriótica cada 28 de julio de todos los años. Es decir, siguen siendo centralistas en vez de practicar un auténtico regionalismo. Para comenzar a celebrar a nuestra manera esa fecha importante, presentamos la apresurada biografía de un  héroe selvático de la independencia local.

 

El Comandante de la Compañía Veterana de Maynas, coronel Juan Manuel Oyarte, era un legítimo representante de la corrupción militar de los tiempos coloniales. Y, como si nada,  jugó sucio con su socio de entonces, el comerciante Pedro Pascasio Noriega, apropiándose de una parte de la venta de pantalones y chaquetones que ambos vendían a la guarnición del remoto pueblo de Loreto.  El acuerdo entre el  coronel y el comerciante era que el pago no se ejecutaría de inmediato, sino se haría mediante libramientos que el militar le entregaría al otro en la misma ciudad de Moyobamba. El incumplimiento de la promesa del uniformado de alta graduación rompió  de hecho la alianza entre ambos personajes del pasado en el bosque.

El militar puso en práctica la vieja costumbre nacional del brutal perro muerto, del despiadado cabezazo. No solo eso. Entre dilataciones y larguezas se la  iba pasando el coronel, hasta que la ambición le hizo cometer el error de querer liquidar definitivamente a su socio.  Así fue como, aprovechando su alto cargo,  acudió a la justicia a denunciar a Pascasio Noriega como simple impostor que no tenía autorización para vender esas cosas a la soldadesca.  El uniformado era un torcido  estratega de la estafa, pues quería voltear la torta antes de que el perjudicado le denunciara. El que de todas maneras iba a ser acusado, se adelantó a los acontecimientos utilizando la legalidad.

En cuanto Pedro Pascasio Noriega  supo que estaba ante un asaltante,  reaccionó sin tardanza. Acudió al despacho del gobernador de Moyobamba,  José Martín Noriega Chávez, a presentar la denuncia correspondiente.  El citado estaba vinculado al coronel Oyarce con lazos muy sólidos, el interés por el dinero ilegal.  La red de corrupción, como cualquier red del pasado y del futuro de ese tipo, incluía a las principales cabezas del gobierno local y oficialista, a los altos funcionarios que se vinculaban por enlaces invisibles.  Era desalentador esa comprobación, pero el comerciante creía en la justicia. No se arrinconó a llorar su desventura, ni optó por la grita entre amigos en la taberna, sino que se marchó a Lima a entrevistarse con el virrey de entonces.

El señor virrey, después de   mostrar su asombro o su cólera por la estafa, prometió interponer sus buenos oficios para que ese militar fuera castigado ejemplarmente. Pero la red de villanos volada alto, iba desde el bosque  hasta el desierto costeño. El virrey se calló en todos los idiomas del hampa, en todos los dialectos del atraco, y no hizo nada. El estafado Pedro Pascasio Noriega se sintió solo. Pero no se rindió,  no renunció a su derecho diciéndose frases de consuelo. Así fue que editó con su dinero un donde denunciaba al coronel ladrón. La noticia circuló como una advertencia que requería urgente atención. La justicia oficial no sólo estaba ciega, sino era estúpida y villana. Los canallas  pusieron el grito en el cielo, se mostraron ofendidos e inclusive denunciaron a Noriega  por ofender reputaciones y el sagrado uniforme de la patria. El señor Pascasio Noriega entró en el mecanismo sucio de la corrupción, de acusador pasó a acusado  y acabó en la cárcel.

Entre cuatro paredes, ante el sórdido espectáculo de las opresivas rejas, Pascasio Noriega bien pudo temblar de miedo, huir de la cercanía del posible ajusticiamiento, pero no. Era la hora del coraje y es posible que en esa hora fronteriza  decidiera convertirse en conspirador, en emancipador. Los vientos de la liberación del oprobio de los virreyes corrían por nuestra patria en ese tiempo. En el mes de noviembre de 1820 Pedro Pascasio Noriega  arribó a Trujillo. En su   equipaje ardía una orden firmada nada más ni nada menos que por don José de San Martín. La orden que mostraba el documento era  terminante,  y decía a Torre Tagle que entregara al portador 40 soldados para que marchara a Moyobamba a derrotar a las fuerzas del soberano y declarar en el acto la independencia.

Todo aquel que levanta bandera de rebeldía en el Perú, es vendido hasta por sus amigos, dijo con su acostumbrado  encono  el rebelde Lope de Aguirre. El comerciante Pedro Pascasio Noriega iba pronto a darle la razón al castellano. Es que cometió el error de entrar en contacto con los corruptos, y delegó la responsabilidad de conducir la expedición libertadora al adjunto del coronel ladrón, el teniente José Matos. Este en ese momento andaba mendigando una partida presupuestal para llevarlo a Moyobamba con el cuento de que era patriota.  El comerciante Pedro Pascasio Noriega entonces le entregó el mando de los 40 efectivos, y se marchó a Moyobamba a esperar a las fuerzas patriotas. En la ciudad selvática se quedó esperando.

El teniente de marras  cambió de ruta y arribó a  Chachapoyas con tramposas intenciones.  Era enero de 1821. El 16 de aquel mes se proclamó la independencia en esa ciudad como una burla o una mascarada, comandada por el citado militar.  Pero el  escarnio fue notado por los pobladores de dicho lugar y algunos líderes eventuales,  Francisco Bustamante y Lavalle y José Martín Dávila, comandaron el descontento ciudadano y  buscaron comunicarse con Trujillo para solicitar refuerzos, mientras los realistas distribuían amenazas y órdenes de rendición. La falsa ceremonia emancipadora de Chachapoyas, como una afrenta,   conmocionó Moyobamba. Todas las autoridades oficiales se sintieron amenazadas y, en un abrir y cerrar de ojos, juntaron sus bártulos y huyeron como almas que el diablo llevaba  a su infierno.

Después de la mascarada de Chachapoyas  el uniformado partió  a Moyobamba,  haciéndose pasar por un recalcitrante patriota. Para disimular su bajeza  se dedicó de una manera oscura a  reunir las fuerzas de la causa castellana y envió emisarios a la ciudad que quería tomar para tender una trampa. Estos emisarios arribaron antes lanzando arengas a favor de los emancipadores. Pero cuando Matos estuvo cerca de Moyobamba, los efectivos aleccionados dejaron de lanzar sus consignas y  se pasaron a las fuerzas realistas. La burda celada dio los resultados esperados. Los partidarios de la liberación  no opusieron resistencia y fueron reducidos con facilidad. La represión se instaló inmediatamente. 57 personas fueron enviadas a pernoctar en las distintas cárceles de Loreto. El teniente Matos después ordenó la búsqueda de quien había traicionado.

El hombre valeroso que contribuyó con su legítima sed de justicia al adelanto de la emancipación, tuvo todo el tiempo del mundo para lamentarse o arrepentirse de la confianza que depositó en el teniente Matos. No fue atrapado inicialmente durante la toma realista de Moyobamba. Consiguió huir de la persecución escondiéndose en alguna casa y ayudado por unas mujeres. En el lugar   provisional, debió dar dolorosamente la razón a Lope de Aguirre. La traición seguía hirviendo en el país peruano. El destino le había elegido para perder sin conocer la suerte final del coronel Oyarte. En su refugio  fue encontrado por los realistas a los pocos días.  Al día siguiente,  fue fusilado.

1 COMENTARIO

  1. PEDRO PASCASIO NORIEGA, CONSIDERADO COMO UN HEROE MOYOBAMBINO, DECAPITADO EN LA PLAZA DE ARMAS DE MOYOBAMBA….

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