El sistema capitalista y las consabidas cíclicas crisis cada diez o más años, otros dicen que cada vez es en menos tiempo porqué el colapso es inminente (es una profecía muy optimista). Son una suerte de ciclogénesis explosiva, concepto tan de moda por estos días en la península ante las continuas borrascas que se generan en el Océano Atlántico, está acompañado de lluvias intensas, olas inmensas que son la delicia de los surfistas y tormentas eléctricas causando graves daños a la población costera y a las costas [algunos opinan que es consecuencia del calentamiento global]. El sistema capitalista actual y pariente de esas borrascas atmosféricas que generó la crisis de las hipotecas basura, de la especulación, de vender humo ha sido retratado en le película El lobo de Wall Street. Recuerdo que muchos empresarios y empresas exigían a los gobiernos e instituciones que no tuviera control sobre estas empresas en sus negocios especulativos en aras de la libertad y en ese margen no regulado (muy amplio por supuesto) hacían lo que se les venía en gana. Los jefes tenían, y tienen, unas remuneraciones de miedo, más allá que un común mortal pudiera pensar. Ese mundo de la especulación, de saber vender un bolígrafo [me recordada a la retórica bufa de García Pérez, nunca aceptes un no) al vecino, es lo que retrata el director Martin Scorsese y Leonardo Di Caprio, que en esta película demuestra que es un gran actor y de buen registro. Nos retrata en imágenes el mundo de la desmesura, del exceso, que este sistema económico es frágil que nos describe un excorredor de bolsa Jordan Belfort. Que el sistema descansa en manos de patanes ignorantes. Que es la crónica de una muerte anunciada, a ratos tenía ecos de Pasolini en “Saló o los 120 días de Sodoma” cuando describe la decrepitud y la degenración del fascismo, en este la cocaína y el sexo camina como Pedro por su casa. Es un viaje a la panza y vísceras del oso hormiguero, que está putrefacta y con olor a hez.