Sefarad

Por Miguel Donayre Pinedo

Llegué casi por casualidad a la novela “Sefarad”, de Antonio Muñoz Molina. Primero por el nombre. Es el territorio de la nostalgia que evocan los exiliados judíos de tierras españolas [como el An- daluz para los musulmanes, la tierra sin mal para los Kukumas], alguno de ellos todavía guardan las llaves de sus casas de la ciudad de Toledo antes de la orden de abandonar de esta parte de la península ibérica. Recordar que la madre de Baruch Spinoza era judía española de un pueblo de Burgos. Pero la novela es un coro de voces de desarraigados del mundo. Un homenaje al calcinante exilio, a la libertad, contra la ceguera del totalitarismo y contra las ideologías que son excusas para someter a otras personas. La prosa de Muñoz Molina embriaga, persuade. Es una gota constante que pule la palabra.  Hay momentos en que duele el corazón al narrar las injusticias. La vida y palabra de muchos desarraigados del totalitarismo soviético están presentes, cobran vida. La muerte en el exilio de Antonio Machado en Francia, es una gran metáfora de la guerra civil española. En contrapunto narra con dolor la vida de los españoles en Rusia. Al terminar la novela entre lágrimas uno sale renovado y disfruta del buen sabor de los caramelos del exilio voluntario.