Los primeros días de la era Trump es todo un desafío a la convivencia social de un país como Estados Unidos. Un país lleno de historias fragmentadas de la inmigración que ha sido uno de sus valores como nación – cuando uno visita el museo debajo de la estatua de la Libertad te das cuenta el enorme peso de la inmigración de esta nación. Sin olvidar, claro está, a los primeros pobladores de esta nación que también por estos días han recibido un fuerte varapalo del presidente con la luz verde a la construcción de un oleoducto que atraviesa tierras ancestrales y afecta los recursos naturales. No deja a nadie respirar. Al menos el desafío (o pensamiento único) a la convivencia viene de la manera como lo está planteando el actual mandatario que es inquilino en la Casa Blanca. Lo hace a golpes de órdenes presidenciales y tuits para justificar y denostar a sus oponentes – con hechos así la calidad de la democracia tiene un enorme bajón. Pero esto, para él, lo de la calidad de la democracia parece importarle un camu- camu (con la indulgencia de esta exquisita fruta amazónica). Por la tele se observa la movilización de la sociedad civil ante las pullas o embestidas recibidas contra los derechos civiles y políticos – la asociación para la defensa de los derechos civiles, ACLU ha movilizado a sus abogados y traductores a los aeropuertos para facilitar la asesoría legal para personas con problemas. En este tsunami legislativo, de dudosa constitucionalidad o en todo caso de discutible legalidad, no se salva ni su vecino México que para él es la culpa de todos los males – es el típico razonamiento de personas así (los países latinoamericanos han permanecido en silencio cómplice y sin solidarizarse con México). Luego echará la culpa a las mujeres, al colectivo LGTB entre otros. Lo curioso es que ante esta arremetida a la legalidad y a los valores liberales en el mundo Europa permanezca callada. Sin hacer bulla ni gesticular nada. Me imagino que tiene poco que decir con las muertes a diario en las aguas del Mediterráneo de personas que escapan de las guerras y Europa se ha quedado cruzada de brazos sin ofrecerles asilo. Es más, los deja, como Trump, en el limbo legal. O la misma España, cuyo presidente cuando para explicar su postura se mete en un galimatías que el mismo no puede traducirlo. Aquí se ha construido un muro en la frontera con Marruecos, hay devoluciones en caliente a personas que pasan la frontera entre otras afrentas contra las personas que emigran. Presumo que es una carga difícil de desembarazarse y por eso la trapisonda mental del presidente. Mientras tanto nos gana el miedo y el limbo extiende su territorio.

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