La democracia no es un sistema donde sus frutos se observen en el corto plazo. Son de mediano y largo plazo, sé que mi padre rezongará estas palabras, su realismo y pragmatismo le apuran que las cosas sean rápidas, él las llama efectividad; amén que es uno de los temas de discusión de manera directa o por el skype. Y con decir mediano plazo me puedo quedar corto. Es de largo aliento, una maratón de ejercicio de la libertad, de la tolerancia, de admitir errores, de escuchar al otro, al diferente. De un plumazo no se borra todo. Hay que ejercerla todos los días sin aflojar en el camino. Eso advierto en la cultura española que los treinta años de democracia no son nada, es un periquete. Un ejemplo de ese déficit democrático y de ciudadanía se puede advertir con la muerte reciente de expresidente Adolfo Suárez y la abdicación de Juan Carlos I. Con el primero no faltaron las loas desmesuradas y extemporáneas al difunto ¿de qué sirvió tanta loa estéril? Estas muestras de apego desmedido es un mal síntoma ¿se loa porque se quiere o puede tener un beneficio como contrapartida? Bueno, ni que decir con la reciente abdicación de Juan Carlos de Borbón a la jefatura de Estado. Es la leche, para decirlo con un latiguillo español. Otra vez con la misma anómala conducta. Aquí diarios de centro derecha como El País y los del espectro de la derecha española hasta ahora siguen escribiendo lisonjas sobre él – se comenta que en algunos casos hay una autocensura de los medios para criticar a la figura de Juan Carlos. Hay que alabarlo hasta el final y después de él. Es un claro rasgo o legado autoritario de ese pasado de dictadura (en Perú no nos quedamos atrás, el machismo es una muestra de ello), es alabar al líder. Por eso la democracia debe ser una larga apuesta y no desmayar.

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