El Ministerio de Educación acaba de publicar una resolución Ministerial para evaluar en el mes de agosto a los más de 14 mil directores con los que cuentan los colegios públicos a nivel nacional. Aquí están incluidos aquellos que llegaron a esta plaza por concurso y no los que fueron designados temporalmente. La decisión parte por las múltiples acciones de amparo que presentó este sector que se sentía relegado por no ser incluidos en el examen nacional para nombrar docentes, previo concurso, en las plazas que actualmente ocupan.

Hasta ahí todo parece lógico. No parecía justo que los saquen por el sólo hecho de conocer empíricamente que su gestión fue mala y que los concursos por los que accedían a estos cargos eran deficientes y no buscaba reales competencias de gestión. Es más, llegaban a estos cargos los docentes restantes de los que no querían concursar. No había meritocracia ni estímulos y era más una carga laboral que una satisfacción ser director hasta antes de las nuevas escalas y ventajas normativas para dirigir una institución educativa con la nueva ley de Reforma Magisterial.

Pero es aquí donde una vez han puesto el parche estos directores, pues anuncian que impugnarían este concurso pues el tiempo no sería suficiente para estar preparados y creen que es una emboscada para retirarlos a rajatabla del cargo. Puede ser cierto por los antecedentes observados en la mayoría de gestión, pero es necesario evaluar también los casos excepcionales – generalmente en colegios de convenio pero también en públicos – donde se ha demostrado logros evidentes ante su comunidad.

Lo cierto es que se retrasa más la incorporación de nuevos directores con diferente visión y enfocados en los resultados de aprendizajes de las I.E. Porque a pesar que toda evaluación es oportuna, hasta la fecha los miles de docentes inscritos para el concurso regular postergados en dos oportunidades están a la deriva. Incluso se anuncia que las reglas de juego cambiarían y que incorporarían a maestros que inicialmente no se inscribieron por no tener la escala dándoles la oportunidad de subir de nivel previamente evaluados estando aptos para el concurso que no tiene fecha. Estas postergaciones reflejan que las políticas educativas se siguen retrasando generando un malestar en el magisterio que, por haber perdido sindicalmente ante el gobierno, éste los ha domesticado pensando que el malestar es sólo dirigencial y no magisterial que ya se siente y muy fuerte.

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