“El 28 de marzo, día de mi cumpleaños, el recibimiento en Iquitos fue apoteósico. Desde el aeropuerto hasta la ciudad una enorme masa me escoltó, y yo y Patricia, que me acompañaba en la camioneta descubierta, veíamos, impresionados, que de todas las casas salían nuevos grupos de entusiastas a añadirse a la densa caravana que no cesó un momento de corear los lemas del Frente y cantar y bailar con una alegría y fervor indescriptibles (todo en la Amazonía se convierte en fiesta). En la tribuna me esperaba una tarta gigantesca, con cincuenta y cuatro velitas, y aunque hubo apagones y los micrófonos funcionaron mal, la magnitud del mitín fue tal que Patricia y yo quedamos galvanizados” (El pez en el agua – Memorias. Mario Vargas Llosa. Pag. 439. 1993, Editorial Seix Barral).

Ahora que ando metido en las lecturas de las novelas de no ficción –no sé si es una contradicción contemporánea aunque ya don Miguel de Cervantes con “Don Quijote de la mancha” hacía uso de esa potestad literaria- he vuelto a ojear las memorias de Mario Vargas Llosa y en cualquier página que uno hojee se da con la disyuntiva de preguntarse si las escenas ahí contadas sucedieron o es que las inventó el Nobel de Literatura. Porque en cada una de ellas está el Perú. La realidad nacional pintada con la fluidez de Vargas Llosa. Matizada con pinceladas geográficas que nos trasladan a un mundo de fantasía que, feliz o infelizmente, es nuestra realidad.

Las masas –más aún las electorales- son efímeras y no se mantienen en el tiempo porque se encandilan por la coyuntura. Lo que escribió Vargas Llosa en marzo, cambió en abril y, en la práctica, se pulverizó en junio de ese 1990 cuando el ingeniero Alberto Fujimori ganó la Presidencia de la República. Y hay quienes creen que las masas se combaten con las masas. Recuérdese que en el gobierno de José Luis Bustamante  y Rivero, al entonces primer ministro Rafael Belaunde (padre de FBT) dijo en el Congreso que «Si las ideas se combaten con ideas, las masas se combaten con las masas», en referencia al estilo aprista de sacar a las calles a los pobladores para protestar. Pero ésa es otra historia.

Cuando falta 8 meses y una semana para elegir a nuevas autoridades es sintomático que la historia se repita. Y haya quienes crean que ya tienen a las masas y, por ende, los votos del triunfo asegurados. Y veo cómo en los distritos, provincias y región los candidatos autoproclamados como favoritos van encandilando a las masas, creyendo que con eso el triunfo no les será ajeno. La historia dice todo lo contrario.

Entre lectura y lectura vamos entendiendo que las masas son efímeras, nos engañan. Una coyuntura la queremos transformar en permanente. Los políticos, más que otros, quisieran que la coyuntura sea permanente. Los novelistas la toman como referencia y, los periodistas, transmitimos las mismas. Así que lo evidente en este final de enero puede disminuir hasta desaparecer en octubre. Y, como en otras veces, la masa se diluye para formar parte de la historia y, también, de la literatura. Por eso no vale obsesionarse con lo efímero sino con la realidad.

Uno que, como ciudadano y periodista, ha visto masas y candidatos, mira con moderación las caravanas motorizadas y las banderitas de colores, mientras los candidatos hacen su trabajo.