En las calles de Iquitos no existe ahora ni una sola paloma. Las aves que eran como un adorno fueron exterminadas brutalmente por los altos funcionarios de la empresa eléctrica y por policías contratados para tal fin. El motivo fue que después de un sesudo estudio se llegó a la conclusión de que las palomas tenían que ver con los apagones. Los expertos dijeron que dichos pájaros,   al hacer sus nidos en los techos, al usar los palomares o al frecuentar los cables,  interrumpían el servicio eléctrico.

Es decir, generaban los calamitosos, reiterados y nunca bien ponderados apagones. El estudio decía en forma clara que la única salida era acabar con las palomas mensajeras o no. Y así fue como al día siguiente se comenzó con esa ingrata jornada,  saltando sobre las personas que se oponían a esa carnicería. El argumento que esgrimían era que las palomas no tenían la culpa de los cortes de luz, sino la misma empresa deficiente que no tomaba medidas para responder a la demanda de la corriente eléctrica.

El argumento que nunca fue escuchado por los exterminadores de palomas no era válido. Era una falacia ya que después de matadas todas las aves los apagones regresaron con más fuerza que antes. Eran unos apagones que duraban días y semanas y los sesudos estudios revelaban que había otros culpables. Esos culpables eran los mismos usuarios. El informe revelaba que la única manera de acabar con los apagones entonces era acabar con los usuarios. Antes de que aconteciera el exterminio de los consumidores, que sostenían a la empresa, surgió un colectivo dispuesto a exterminar a los ejecutivos, empleados y demás servidores de dicha empresa. La tensión entonces rodea al asunto de la luz eléctrica. No se sabe cuándo se acabaron las discusiones, mientras los apagones se ensañan con el pobre usuario.