Y ya sabemos que, contrariamente a lo que sucede en otros lados, los medios de comunicación se han llenado de pordioseros de la información y de bocas de alquiler -en otros lados por lo menos alquilan cerebros- que han fracasado en todos los campos y se han refugiado alquilando espacios en la radio y TV con la complicidad de los propietarios y/o administradores de esos medios.

Alejandro Miró Quesada Garland, que algo de experiencia tenía en el oficio, decía que era mejor perder una primicia que dar una información falsa. Pedro Ortiz, experimentado reportero, ha escrito en “El Comercio” que una frase parece haber dejado de ser una broma cínica entre periodistas: que la verdad no estropee un buen reportaje. Y para acercarnos a la verdad tenemos que consultar todas las fuentes. Sino hacemos cualquier cosa, menos periodismo. Y ya sabemos que, contrariamente a lo que sucede en otros lados, los medios de comunicación se han llenado de pordioseros de la información y de bocas de alquiler -en otros lados por lo menos alquilan cerebros- que han fracasado en todos los campos y se han refugiado alquilando espacios en la radio y TV con la complicidad de los propietarios y/o administradores de esos medios. Eso no debemos hacer los que amamos esta profesión y los que sabemos qué es el periodismo. Y, felizmente, de esos hay más de media docena en Iquitos, felizmente. Lean esto.

Una tarde llega a mi oficina un colega para decirme que el congresista Jorge Meléndez había renunciado a la agrupación PPK porque no le habían dado la Presidencia de ninguna Comisión y ni siquiera era miembro de alguna. Tomé el celular y llamé al congresista y con total amabilidad me dijo que nunca renunció y que las normales diferencias se debaten en el interno y que era miembro titular de tres comisiones. El colega se quedó sorprendido no sólo por la versión del congresista sino por la amabilidad -usando el diminutivo Jaimito- con que había conversado. Demás está decir que profeso diferencias notorias -no sé si notables- con Jorge Meléndez Celis y está bien que así sea. Pero el deber periodístico es saber su versión, así se “caiga” la verdad que llega a nuestros oídos.

Primero fue Fredy Vásquez luego el diario Ahora con el redactor Randy Ríos. Ellos destaparon el caso de las irregularidades en la compra de las tapas elastizadas en la DIRESA, generada por Genaro Alvarado con conocimiento del gobernador Fernando Meléndez y la autorización extemporánea de todos los consejeros a través de una Resolución. El jefe de Comunicaciones de la DIRESA hace algunos meses, hinchado por el poder etéreo que posee, ha iniciado torpemente una denuncia fiscal en contra de este articulista contraviniendo principios básicos de la profesión y la condición humana. Sin embargo, conocida su intervención en este caso no me tembló la mano para llamar a su móvil y pedirle una entrevista en vivo. Se negó -y creo que siempre se negará a pesar que en campaña acudía presto al set- y tuvimos que hacerlo a través de los reporteros y su versión fue difundida en los medios que dirijo. Otro de los involucrados, Fernando Tapia Coral, ha sido por muchos años quien me ha dedicado varias letras en la publicación que dirige. Nunca me ha llamado para pedir mi versión. Con facilidad he conseguido el número de su móvil y le he llamado una veintena de veces. Finalmente contestó y le invité al programa que conduzco y aproveché para pedirle su versión de los hechos. Las dio y se publicó. Queda pendiente su compromiso de concederme esta semana una entrevista. Ya depende de él.

En el tumulto del hallazgo de un dentista junto a su alumna en un hostal de Pampachica para cambiar sexo por notas aprobatorias todos creíamos que el rechazo a Jack Mendoza era unánime. Nos equivocamos. El líder aprista, profesor universitario, exdirector de la DIRESA, y varias veces candidato a elección popular por el APRA, Enrique Pinedo, quiere encontrarle tres pies al gato y defiende a su colega. No sólo defiende sino que pone en duda la denuncia de Margarita Hidalgo, la joven que se atrevió a montar un operativo para desenmascarar al docente. Enterado de la opinión del compañero Pinedo corro a su encuentro y tengo que grabar sus absurdas palabras. Le miro y sonrío, le escucho y me producen arcadas. De hecho, no estoy de acuerdo con sus palabras, es más, ni quisiera difundirlas porque se me pone la piel de gallina solo con pensar que esa adolescente venida de Requena estuvo rozando su cuerpo con ese sujeto. Pero la profesión obliga: hay que dar a conocer las declaraciones de un médico que luego merecería el rechazo casi unánime, pues hay quienes piensan como él. Y, encima, Pinedo dice y repite que los periodistas somos chismosos que llenamos los espacios como sea y que, después, las autoridades acceden a las presiones mediáticas y que todo ello determinó el “escandalete” del dentista.

Así como los tres casos descritos encontramos varios en lo cotidiano. Y, los periodistas, estamos en la obligación/deber de buscar todas las versiones. No que ellas nos busquen. No. Ésa es nuestra chamba. Y en esa chamba nos tenemos que encontrar y, por naturaleza, nos alejaremos de los que han mezclado nuestra profesión con una mirada virola de la realidad, una calvicie estúpida de la política y tendremos que marcar diferencia con aquellas autoridades que financian a los disparates de siempre para alabar sus disparatadas decisiones. La verdad es nuestro norte. No siempre logramos llegar a ella, por supuesto. Pero es preferible morir en el intento que vivir con la intención de ser los ventrílocuos eternos de una realidad que sólo es vista por nosotros y no por la opinión pública que es, finalmente, nuestro objetivo.