En confuso y complicado montón, en desordenada mancha, se apretujaba o codeaba o insultaba    la crema y nata del comercio, la industria, la construcción, el hotel, la banca, el banquete y el prestamismo. En revuelto enjambre en tan reducido espacio,  los distinguidos vendedores de uno y otro rubro, armaban jaleos, tongos, fandangos, bullas, escándalos, para hacerse notar cerca ya de la celebración de la navidad de ese año. La situación, como siempre, era convulsa. La creciente se había adelantado e Iquitos mostraba a los moradores viviendo en sus techos, donde se dedicaban a jugar a las cartas hasta el arribo de la creciente que también se iba a retrasar.

La recia y gallarda nación yurimaguina anhelaba adueñarse  del puerto Masusa para acercarse más al Atlántico. El  bravo  seleccionado pelotero peruano había  sido nuevamente  eliminado del  certamen de futbol playa  para la décima categoría. Los orientales vivían  dentro del alcantarillado,  pues  nunca lograron terminar esa obra. El robusto pavo era el nuevo símbolo del partido de don Jorge Mera. El gallo regional, activo y emprendedor, era la otra oferta  del señor Monasi. El contador Noriega  no invitaba el café de ayer, sino sendos desayunos a base de chicharrón de chancho, recomendado  por su asesor culinario. El candidato Meléndez  tenía su lugar en la feria navideña donde pensaba vender su bandera, pues desde hace tiempo, desde que no consiguió la alcaldía de la capital de la Perla del Huallaga, de  eso vivía.

La feria pascual de ese año se realizaba con brío en el despacho de la alcaldía de Maynas. Allí, en tan incómodo ámbito, en tan estrecho recinto, en tan poco terreno, los que querían ganar sus centavos aprovechando esa celebración se compactaban unos sobre otros, formando una pirámide irregular. No está  claro esa extraña aglomeración consistorial para este cronista del provenir, cuya inspiración viene directamente del mago Charamama. Ha ido de acá para allá de la mañana al anochecer,   y nadie sabe nada pues la memoria ha desaparecido desde que se acabaron los libros y las bibliotecas.

 

 

 

1 COMENTARIO

  1. Si te leyera Charamama te agarraría a cocachos y esperaría que te pase la resaca de todo lo sufrido, para ishanguearte por enrevesado y poco claro en tu perulera verborrea que plasmas cada dia que usas esta publicacion.

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