CURÁNDOSE EN SALUD

Javier Vásquez

Es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de los vasos sanguíneos (arterias y venas). Cada vez que el corazón late, bombea sangre hacia las arterias, y es cuando la presión es más alta. A esto se le llama presión sistólica. Cuando el corazón está en reposo entre un latido y otro, la presión sanguínea disminuye. A esto se le llama la presión diastólica. En la lectura de la presión arterial se utilizan ambos números,  la presión sistólica se menciona primero o encima de la diastólica. Valores por encima de 140/90 se considera, en términos generales, hipertensión arterial.

Se define como la elevación de los niveles de presión arterial de forma continua o sostenida y supone una mayor resistencia para el corazón, que responde aumentando su masa muscular (hipertrofia ventricular izquierda) para hacer frente a ese sobreesfuerzo. Este incremento de la masa muscular  puede producir insuficiencia coronaria y angina de pecho. Además, el músculo cardiaco se vuelve más irritable produciendo arritmias.

Propicia la arterioesclerosis (acúmulos de colesterol en las arterias) y  trombosis que pueden producir infarto de miocardio  y cerebral, en este último también hemorragias. En el peor de los casos puede reblandecer las paredes de la aorta y provocar su dilatación (aneurisma) o rotura, llevando a la muerte.

También causa rigidez en las arterias que suministran la sangre a los riñones, dañándolos, lo que puede llevar a una insuficiencia renal. Puede atacar a otros órganos: si afecta a las arterias de las piernas causa dolor al caminar. Si daña las arterias de la retina provoca alteraciones en la visión. En los hombres puede ser causa de impotencia.

El diagnóstico se basa en la  medición de la misma aunque en algunos casos son necesarias otras pruebas especializadas. Es importante completar el estudio con  análisis de laboratorio  y  electrocardiograma. Hay que tener en cuenta que no produce síntomas y puede pasar inadvertida. Es más frecuente a partir de los 40 años, aunque puede aparecer a cualquier edad. Hay predisposición familiar, aunque se da también en personas sin antecedentes.

La presión arterial se mide mediante unos aparatos llamados esfingomanómetros, popularmente conocidos como tensiómetros.

Lo mejor para  la hipertensión es una buena prevención. Para ello es fundamental seguir un estilo de vida saludable: no fumar. El no hacerlo tiene unos efectos positivos superiores a cualquier medicación para la hipertensión. El consumo moderado de alcohol (un vaso de vino al día en las comidas) puede ser beneficioso, pero si es excesivo provoca el incremento de la presión arterial.

El sobrepeso es una causa de hipertensión. La realización de ejercicio físico regular consigue bajar las cifras de presión arterial. Hay que disminuir el consumo de sal y alimentos que la contengan. También es necesario consumir frutas, verduras, legumbres, frutos secos, pan y otros cereales. Por último, usar aceite de oliva como grasa principal e incrementar la ingesta de aves y pescado y disminuir o eliminar las carnes rojas.

El hipertenso, además de esto,  debe tomar fármacos antihipertensivos tales como: diuréticos y/o antihipertensivos, todos indicados por el médico y deben seguir estos consejos:  aunque la presión arterial se haya normalizado no hay que dejar de tomar la medicación nunca, y esto se debe cumplir estrictamente. Consultar al médico si el tratamiento no obtiene resultados, ya que a veces es necesario asociar varios fármacos para controlarla. Hay que revisar también la dieta por si algún alimento (por ejemplo, la sal) está impidiendo el efecto antihipertensivo de la medicación.

Recordar  que el tratamiento debe ir de la mano  siempre con el estilo de vida saludable.