La  peor noticia 

La verdadera catástrofe que pervierte  los días y las noches de estos arrabales no es la tremenda creciente de hoy, porque las aguas se irán de aquí a poco. Tampoco es la escasa y cortante agua potable, porque existe la lluvia. Tampoco son los apagones de la empresa eléctrica  porque hay linternas a pilas y cocuyos en el ambiente. Es la deplorable y mediocre educación que reciben nuestros hijos e hijas, cuya base nefasta son los libros malos que son obligados a leer cada año. Libros redactados con las patas que se meten a las aulas como la acción de una mafia sin nombre.  Hemos tocado fondo, hemos alcanzado la cola educativa nacional.

No son ya la lectura y los números las bestias negras de los alumnos y alumnos de estos territorios boscosos. Son todas las materias en conjunto, sumados y cotejados con el resto del país,  pese a los cambios de directores, a las marchas de protesta, a los esfuerzos de algunos que parecen arar en el desierto.  Como en el cuanto de Rulfo aquí va todo de mal en peor. No hay futuro, en esas condiciones para la mayoría de estudiantes de los dos sexos. Salvo repetir el primer lugar en consumo de cerveza, en embarazos  adolescentes y buscar una buena ubicación en el baile del perreo chacalonero o en la lid de la peste rosa.

Todavía no arribamos a mitad de este año pero ya tenemos la peor noticia que se pueda imaginar. Hemos perdido  el año que corre y las pocas ilusiones de un cambio en la educación nuestra, y siguiendo la inercia de los unos y los otros no se hará nada para salir de la cola educativa. Ni siquiera se intentará salir del destino de alcantarilla y se seguirá permitiendo que monstruos ineptos vendan sus porquerías con el nombre de libros para niños.  A ese paso se tendrá que inventar algo peor  que el último  lugar. Una ubicación fuera del tiempo y del espacio, cerca del agujero negro de la ineptitud de la sociedad local.

1 COMENTARIO

  1. Creo que como en casa nuestros hijos aprenden de sus padres. De igual manera en las ciudad los ciudadanos aprenden de sus autoridades que son sus gobernantes. Tenemos malos gobernantes y todos estamos en la olla. La culpa es de todos. El cambio empieza de adentro, de uno mismo. Todos tenemos el poder de hacerlo si lo quisiéramos hacer. Es cuestión de reafirmarnos como seres humanos que trascendemos lo perecedero y buscamos el bien común. Ser y no parecer. He ahí el detalle.

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