La sociedad peruana en varios sentidos amenaza la convivencia pacífica, sana y pura de los niños. Habrá familias, lugares, ciudades donde sus gentes se comportan de mejor manera que otra en el Perú en términos estadísticos, pero sin duda no dejan de ser una amenaza a los niños. En todos lugares se violan y matan a los niños y parece que no estamos haciendo nada o estamos inertes porque no nos ha tocado de manera personal o familiar.

Uno de los clamores nacionales es la pena de muerte y parece que ahora hay un consenso nacional al respecto. Después de la violación y asesinato de la niña Jimena en San Juan de Lurigancho por “el maldito de la bicicleta” se ha generado una indignación difícil de contener.

Todos reclaman muerte a los enfermos mentales. Se preguntan: porque tenemos que cargar económicamente si cae preso en cadena perpetua un demente que, de acuerdo a psiquiatras y psicólogos, es casi imposible su sanación. Lo cierto es que nadie responde por los enfermos que aún están por todos lados.

El Estado no tiene una política en torno a la salud mental de los peruanos. En los últimos años, diversos problemas fomentados por las debilidades propias en las familias más una sobre exposición que enamora a los dementes con este tipo de hechos, parece que está empujando a la degradación de la sociedad en su conjunto. De hecho el Perú ocupa el deshonroso tercer lugar a nivel mundial que viola y mata a sus niños y un denigrante primer lugar en Latinoamérica, ósea que, antes de estar ocupándonos de los problemas que ocurren en otros países deberíamos enfocarnos y tratar de solucionar aquellos que nos afecta de manera directa como seres humanos.

Cuando un niño(a) es violado (a) jamás volverá a ser el mismo(a). Es, en el mayor de los casos, una persona que se perdió para siempre. Hay testimonios desgarradores de los traumas, miedos y actitudes antisociales que se fomentan luego que un maldito abusa de un menor.

Y lo más probable que, de integrarse a la sociedad por un propio estímulo personal adquirido con años de amor y comprensión, anida en sus fueros internos un fuego desesperado que en cualquier momento se desencadenará.

Por eso urge abordar el tema inmediatamente pero de verdad. Sin pose política o la utilización de estos casos para esconder problemas políticos que actualmente debilitan al gobierno. Y si esto implica salir del pacto de San José e implementar la pena de muerte para estos malditos ya es hora que se inicie el proceso a ver qué pasa.

La evaluación vendrá después, si es efectiva o no se verá a la larga, pero al menos podríamos evitar una violación y un asesinato de un ángel, por ese hecho nada más, habrá valido la pena entonces.

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