– No todo es luz, magia, y redención

Todo parecería indicar que la navidad para un vendedor es lo mejor que le puede pasar durante todo el año, más aún en estos tiempos de bonanza económica y de abundancia falaz. No es cierto, más aún, muchos odian estas fiestas por tratarse de la mayor fantasía a la que no pueden alcanzar. Por ejemplo, Luis. Trabaja en uno de los grandes molls que abren sus puertas como quien abre un kiosco en el país. Él trabaja más de cinco años y es lo que se puede llamar un trabajador estable en esta transnacional.

Estable porque a la empresa se le obliga esa condición con sus trabajadores que pasen los cuatro años, pero igual sabe que tres memorandos de tardanza y su estabilidad será sólo un recuerdo. No cuentan las emergencias, paros, enfermedades. Tiene una cuota de 150 mil soles mensuales (mínimo para poder alcanzar el bono que le aumente sus magros 600 soles que gana más asignación  familiar incluida). Es lógico pensar que esta cuota, con tanta competencia, no la va a cubrir y esperará una vez más que la empresa le otorgue el porcentaje de la cuota obtenida que casi es el 1% entre los vendedores. Con esto, el gerente pro chileno de la empresa se jactará ante los trabajadores diciendo que tiene mucha sensibilidad social y hará una parodia que hará creer que ese dinero prácticamente se lo regalaron a Luís.

Bueno, pero es navidad y la gente lo abruma preguntando de todo, si hay descuentos, si existe el dos por uno, si habrá en almacén algún producto ya terminado en tienda, pregunta y pregunta sobre algo que no va a comprar. Porque navidad es un poco ir a ver las cosas sin comprarlas. La felicidad de los niños “bien” le abruma aún más porque le enrostran juegos electrónicos que quisiera comprarle a su hija pero que sabe que no podrá y sólo espera que la tienda deseche por mucha exposición del producto o porque ya el modelo sea histórico para alcanzar el magro descuento al personal de la tienda y para poder adquirir el juguete cuando de repente su hija ya se haya desanimado.

Se podría decir que odia la navidad, porque a diferencia de sus compañeros que hablan de grandes cenas y canastas familiares entre todos sus familiares, a él sólo le ofrecen un desayuno ralo y un panetón más mísero del que él mismo vende en la gran tienda en la que trabaja. Es vendedor y ellos no descansan en estas fiestas, por eso espera al menos llegar a la una de madrugada del viernes y sueña con que su hija no esté dormida aún. Por eso se le ve triste, con los ojos de drácula por la exposición a la luz artificial a la que están sus ojos durante 13 horas por estos días. Sólo quiere dormir y olvidarse que ya pasó esta fiesta.

Y para colmo sus ganancias – si las tuviera – se las entregarán después de la navidad porque la tienda no puede hacer excepciones en los días en los que paga. Es un buen vendedor, porque si no lo fuera, hace años ya lo hubieran botado al igual que hicieron a cientos que ha visto pasar por la gran tienda chilena – peruana en la que trabaja. Es de los que más se esfuerza por ascender pero nunca lo ha hecho porque en esos predios, al igual nomas que con lo que pasa en el Estado se requiere de dos cosas para subir. O eres demasiado sobón o eres demasiado bonita y fácil para llegar. El no es lo uno y menos lo otro así que ha visto que su jefa con menos tiempo y record que él, ahora lo maneja sin piedad ni consideración. Pero que se hace, sólo espera que termine el año para ver si al próximo las cosas cambien realmente con el destino de uno de los millones de vendedores como él que tiene este país. Igual espera que sea una feliz navidad.

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