La movida de los  monstruos 

En el condado de la vigente alcantarilla quedará  la imagen del forzado regreso del nada sano ni apto burgomaestre de Maynas. En incómoda silla de ruedas, ayudado a desembarcar por otros, esquivando las preguntas de la prensa, evitando todo contacto con sus partidarios y flanqueado por un pequeño monstruo de manipulación  y aprovechamiento de la mamadera del poder edil, abandonó su tratamiento en Lima  para supuestamente retomar su labor de alcalde.  Pero las cosas no son tan simples como quisieran esos monstruos que le rodean y que no quieren perder las gangas ediles, los réditos de esa poderosa ubre.

En la literatura médica es claro que todo aquel que sufre un caso de politraumatismo no se recupera nunca, porque queda una secuela inevitable para toda la vida.  Nadie pude escapar de ello, salvo que sea un superhombre. Ello no sucede con un hombre que acude a su centro de trabajo en silla de ruedas. En desventaja, en condiciones anormales, lejos de la buena salud física y mental.  Que sepamos nadie puede dirigir una entidad tan compleja como un  municipio desde semejante trono, desde una casi invalidez visible.  El vehículo indica que el citado no puede gobernar la ciudad o la provincia desde esa limitación, porque sufrió un politraumatismo. No se resbaló después de besar a una anciana.  Ello sería suficiente para que  no ocupara el cargo consistorial tan fácilmente.

En la biografía esperpéntica y picaresca de Charles Zevallos tenía que ocurrir semejante bochorno. Pero no solo se trata de su voluntarismo fronterizo sino de la presión de los pequeños  y feos monstruos que le acompañan. De ese comando, dirigido por un barbudo asesor que se cree dueño de la edilidad de Maynas, que no ha sufrido ni un desgarro interior para traer en esas penosas condiciones a Zevallos.  Salvo el poder, todos es ilusión podrían repetir esos buitres hasta la saciedad.