Hace unos días por internet veía un documental y biografía sobre el escritor mexicano Carlos Fuentes. Recuerdo que había ido a ver una muestra de fotografía de Juan Rulfo en el Palacio de Bellas Artes en el DF y también celebraban un conversatorio sobre Rulfo y uno de los escritores invitados era Fuentes. Para el evento había ido con unos amigos con los que compartía habitación – un pata colombiano y otro ecuatoriano. La muestra fotográfica nos mostraba el universo de Rulfo en blanco y negro. Pero quise entrar al evento central y me fue imposible. Estaba abarrotado de gente. Así que masticando mi frustración bajaba las escaleras y me topé, circunstancialmente, con él que iba acompañado de su mujer Silvia Lemus – recuerdo que con un amigo de la universidad nos encontramos en el ascensor con el prestigioso crítico literario uruguayo Ángel Rama, casi me quedo sin respiración de pura emoción. Mi timidez me atenazó con Fuentes y me contuvo para decirle algunas palabras. Es un escritor que me ha persuadido por las maneras de encarar a las historias a través de la técnica narrativa. El documental biográfico estaba aderezado con entrevistas a él y escritores y escritoras mejicanas. Después de verlo, y muy animado, me fui a la librería a querer comprar una obra de él que habían hablado en el documental. Lo busqué vanamente. Había unas tres novelas de él y el resto ni rastro. Mientras estaba vivo sus obras estaban en las estanterías y fallecido ya están descatalogadas. Que frustración de estos tiempos gaseosos y de memoria líquida, ¿sucederá lo mismo con otros escritores como Vargas Llosa, por ejemplo? Me temo que sí. Salvo algunas obras claves que permanecerán pero en su mayoría no quedarán o serán depositados en las estanterías. Mientras caminaba por las calles del centro de Madrid me decía sí eso pasaba con escritores de la talla de Fuentes ¿qué pasará con otros escritores que están alejados de los focos de la publicidad? ¿Vivirán como muchos insectos amazónicos en las sombras? Debo decir que sí.