Se vive el ambiente electoral en la floresta. Pitos y confetis. Promesas y réplicas sin sentido a los rivales. El pistoletazo de salida todavía no se ha disparado aunque los y las candidatas viven su propia carrera y fiesta particular, como la finada Esther Granados, solitos se jaranean. Se observa que de la fauna de participantes en la carrera es muy variopinta. Vuelven algunos dinosaurios que a burdos pasos se ponen en la línea de partida, me asombro que ciertas especies endémicas siguen vivitas y coleando, meneándose al son del ritmo de la cumbia tropical, y también, como no, hay especies nuevas pero vacuas que se apropian con viveza el discurso de los dinosaurios y de las sempiternas especies endémicas, ufanos estos benjamines se declaran en la intimidad muy espabilados. Es una tristeza porqué pierde la ciudad y la región. La gran biodiversidad que se atribuye a la floresta no se traduce en los candidatos y candidatas, ojalá me equivoque, pero son planos y cacofónicos. Sin ideas como gestionar el interés público y el bienestar de la comunidad, no hay propuestas en ese sentido. No hay discurso novedoso, persuasivo, que ilusione – la gente dice muy desencantada que son los mismos que te prometen cambiar pero van a entrar a robar las arcas públicas a saco lleno. Ni se encuentran líderes, sean hombres y mujeres, en la dirección de generar expectativas de cambio social – recordemos que el poder es castrador pero estos están castrados desde antes de sentarse en el sillón del poder. Se escucha las viejas cantaletas, la matraca urticante que rechina en los oídos y seguro que será así durante toda la campaña. Repetir para que nada cambie. No hay frescura. Cual thriller aparecen en escena los rostros del pasado en las candidaturas que son como los espectros en una sesión de médium. En verdad, un poco que asustan. De lo escuchado hasta ahora no se avizora un cambio en la ciudad ni en la región. Es un viaje a ninguna parte.

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