Los seres vivos pueden vivir varios años, a saber: se conoce el caso de una tortuga de Galápagos que murió  el 2006 a los 175 años de edad, la ostra perlífera de agua dulce puede alcanzar los 200 años, la almeja de Islandia suele vivir más de 100 años, y se sabe de algunas que han sobrepasado los 400.

Si observamos en el reino vegetal el pino longevo, la secuoya gigante y varias especies de alerces y abetos viven miles de años. El ser humano, considerado la especie cumbre del planeta Tierra, vive a lo más 80 o 90 años,  a pesar de los extraordinarios esfuerzos que se hacen por prolongar la vida. Hay quienes confían en que la ciencia y la tecnología médica descubrirán el secreto de la eterna juventud.

La revista Scientific American comenta: “Tras décadas de investigación, el envejecimiento sigue siendo un misterio, las pruebas indican que dicho proceso ocurre cuando los programas genéticos que controlan el desarrollo de las células empiezan a fallar”. El artículo continúa: “Si el envejecimiento es un proceso esencialmente genético, cabe la posibilidad de que algún día se pueda prevenir”.

Hay pruebas concretas de que el ser humano fue diseñado para vivir mucho más de lo que vive hoy. Una de ellas es la gran capacidad del cerebro, especialmente para aprender. Un estudio sostiene que la memoria a largo plazo del cerebro es prácticamente ilimitada.

Actualmente, un estudio realizado por científicos argentinos reveló que la bacteria probiótica ‘Bacillus subtilis’ tendría, además de efectos beneficiosos sobre el sistema inmunitario, la propiedad de retrasar el envejecimiento y prolongar la vida humana a través de la colonización del intestino. Los probióticos son microbios vivos no patógenos que, al ser ingeridos en cantidad adecuada, confieren beneficios al huésped.

El estudio especificó que dicha bacteria es consumida desde tiempos milenarios en alimentos de países asiáticos como Japón, probó sus efectos sobre el nematodo ‘Caenorhabditis elegans’, una clase de gusano cuyas «vías regulatorias del envejecimiento están conservadas a lo largo de la evolución y básicamente son las mismas que las de los humanos». Lo que se observó en el caso del nematodo es que además de alargarles la vida, tiene el efecto de mantener la vitalidad. Esto, extrapolado a humanos, significaría vivir más allá de los 120 años con una vitalidad de una persona de 50″, apunta en un comunicado Roberto Grau, investigador independiente, director del trabajo. Concluye afirmando que el  ‘Bacillus subtilis’ protege contra las dos causas de muerte más habituales: las enfermedades y el envejecimiento de células, tejidos y órganos.

Los científicos pudieron comprobar primero que este probiótico era capaz de retardar el envejecimiento de las neuronas y posteriormente que tenía el mismo efecto sobre el individuo completo y no solamente sobre un tipo celular en particular.

También hay noticias que ientíficos de Siberia han hallado una bacteria que sobrevive a una temperatura de tan solo cinco grados centígrados. Suponen que esta bacteria posee un mecanismo especial de supervivencia que le permite existir y reproducirse en la capa densa de la superficie congelada. Las inocularon a un grupo de ratones y encontraron que vivieron más que sus compañeros del grupo de control: su longevidad se prolongó de 589 días a 897 días, es decir, aumentó en una vez y media. Se piensa que administrando al humano se encontrarán los mismos efectos.

Pero no todo es tan sencillo: los factores ambientales y la nutrición  condicionan el tiempo de vida del ser humano. Tendremos que trabajar en ello primero.