Hace unos días con la casa sin calefacción porque el “acumulador termoestático” se rompió y el seguro lleva más de quince días sin mandarnos a nadie (debe ser un oficio muy cotizado por estos charcos la persona que se dedica a reparar estos cacharros porque hasta el momento no viene nadie), nos dan largas olímpicamente, salvo cuando uno tiene que pagar la prima anual. Hemos hablado y discutido con telefonistas con diferentes acentos del castellano y nada. Del tono amable y negociador hemos pasado al agrio, nos parece que es una manifiesta burla. Nos hemos quejado y nada. Enfurruñado en mi butaca azul por estos fríos me puse a buscar por internet sobre Ricardo Piglia, gran escritor argentino ya fallecido, a quien sigo la pista por estos tiempos, y encontré un documental sobre Macedonio Fernández en la que participa él como un estudioso de la obra de Fernández, a quien Piglia dedica una novela “La ciudad ausente”, la voz en el documental es de Piglia y hay entrevistas al hijo de Macedonio y  a personas relacionadas con este singular letraherido argentino. El documental es una joya. En una parte se hace alusión a que Macedonio, muy citado por Borges, y otras personas deciden ir por la frontera por el Paraguay – recordaba mi estancia en Formosa y el manto verde que lo rodea, para tomar una isla y formar una isla mínima anarquista, revivir una comuna y una vida comunal. Toda una utopía poética. Lo interesante es que este grupo de personas van a una isla y abandonan todo rasgo de civilización con la idea de empezar a formar una con otros valores como el de la solidaridad, con otra manera de pensar y amar. Mientras escuchaba esa aventura insular me saltó la alarma o alerta. Me dije pero en Isla Grande, un condado literario en la floresta peruana, sucede todo lo contrario, se quiere abandonar la isla, que con lo que ocurre en ella las esperanzas se han mermado y chamuscado. Unos van a las islas con sus sueños y otros la abandonan por las quimeras que les hacen desertar.

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