Por: Carlos Reyes Ramirez

¿quiénes “asesoran” de manera tan grosera en asuntos de arqueología o “políticas de Estado” a Maritza Ramírez Tamani, actual directora de la DDC Loreto, para que haya ordenado tan desatinado acto? ¿Cuál es la explicación de Ramírez Tamani, sobre este deplorable hecho que se ha consumado en las propias entrañas de su dirección, institución en donde también se juega el desarrollo del Perú?

Hace unos días atrás fui a dar un recorrido por la Dirección Desconcentrada de Cultura de Loreto (DDC). Un trámite en una oficina contigua me dio la oportunidad de visitar las salas de exposición de la DDC y así pude observar la muestra de pintura denominada “Crece la luna sensual y fértil” de la joven artista de la plástica Ángela Fernanda García Arévalo.

Considero que la promoción de artistas de cualquier lugar del mundo merece nuestro mayor elogio y nuestro respeto. Estas acciones hay que incentivarlas porque son un parapeto contra la muerte y eso mantiene viva la esperanza de un mundo diferente. Pero la sorpresa viene muy de adentro. Lo que me llamó la atención y me dejó estupefacto no fue, precisamente, la bien montada exposición de la joven artista, sino la destrucción, el borrón a brochazo grueso de las infografías ―fotos, poemas, línea de tiempo de los autores― y la separación de los aparatos audiovisuales de la sala dedicada a los miembros del Grupo Urcututu, movimiento literario peruano de raigambre selvática y amazónica, de cual fuimos fundadores en 1979, Ana Varela, Percy Vílchez Vela y quien suscribe este artículo.

En el Grupo Urcututu somos conscientes de nuestras limitaciones para granjearnos el cariño o el aprecio de todas las gentes; somos conscientes de nuestra imposibilidad de realizar empatías con todos los públicos; somos conscientes de nuestras imperfecciones para entablar amistades con todas las multitudes; somos conscientes de todo lo dicho y lo asumimos. Pero de ahí a que destruyan y muestren insania y odio por una simple sala de homenaje solo muestra el deprecio por los demás, la discriminación absolutista por el “diferente”, por quien piensa de otra manera, y que se manifiesta en la intolerancia, el fanatismo y en la desmedida obsesión por destruir lo fundamental, lo esencial, lo elemental. Creemos en la poesía, creemos en su dinámica, creemos en su dialéctica y en la superación de sus contrapuestos, mostramos nuestra descomunal fe en las miles de gentes de la extensa Amazonia como fermento, semilla, del nuevo Perú. Siempre hemos pretendido que la limpieza intelectual sea nuestro norte, la estrella que nos guía. Y por hoy nos basta con ser consecuentes con lo que creemos. Nos basta trabajar la poesía con el rigor que se precisa en tiempos tan precarios como el nuestro, donde la belleza es tan necesaria como el pan de cada día.

Nos basta que la poesía sirva para “algo” y valga también para el cambio de las actitudes humanas, “para hacer más fraternos a los hombres”, como decía el poeta César Calvo. Nos basta con que el lector zahorí pueda distinguir la paja del heno.

Que la destrucción de una pequeña sala de homenaje lo haga la DBA (Derecha Bruta y Achorada), los trogloditas de las letras, históricos enemigos de la cultura, lo entendería perfectamente, no habría mayor problema, porque quedaría demostrado que la aterradora sentencia de los jerarcas nazis “cuando hablan de cultura saco mis pistolas”, sigue vigente. Pero que la hagan los denominados sectores “progresistas”, ahora enseñoreados en la DDC, nos llama la atención y nos sorprende.

Haber destruido la muestra dedicada a los miembros del Grupo Urcututu para hacer de este un local inmundo —bajo el pretexto de proteger los vestigios arqueológicos de Loreto—, un almacén de trastos viejos, de motores inútiles, de bolsas mugrientas, debería llamarnos a la meditación y hacernos reflexionar y preguntarnos ¿quiénes están a cargo de la “cultura” en Loreto? ¿Quiénes son los que con vehemencia odian y creen tener la verdad absoluta? O, ¿quiénes “asesoran” de manera tan grosera en asuntos de arqueología o “políticas de Estado” a Maritza Ramírez Tamani, actual directora de la DDC Loreto, para que haya ordenado tan desatinado acto? ¿Cuál es la explicación de Ramírez Tamani, sobre este deplorable hecho que se ha consumado en las propias entrañas de su dirección, institución en donde también se juega el desarrollo del Perú? Y, por último, si precisaban con tanta “urgencia” del local donde se realizaba el homenaje al Grupo Urcututu, ¿no hubiera sido para hacer allí otra muestra del mismo nivel que le dé prestancia a la ya disminuida imagen de la DDC de Loreto?

Considero que algunos creadores de esta ciudad andamos muy a la mala en estos tiempos de felonía e ingratitud, pues al hecho comentado también se suma la destrucción con encono y rabia de las gigantografías y murales de algunos poetas del Grupo Urcututu y otros personajes ligados a la cultura loretana (Paco Bardales, Gino Ceccarelli, German Lequerica, etc.) que se podían observar en las calles de Iquitos. Al parecer los enemigos no dan tregua y se empecinan en destruir lo primordial de la vida en estas tierras peruleras. Así estamos.