La hez de todos los días

Por Miguel DONAYRE PINEDO

En Alemania dimitió el Presidente por casos de corrupción y tráfico de influencias, y gozaba del apoyo incondicional de Merkel. Lo que llama la atención del tema es que renunció y pidió disculpas a los alemanes y alemanas [espero que la renuncia no haya sido para eludir responsabilidades penales]. Se fue a su casa. Su comportamiento fue reprobable en el espacio público. En el caso español y peruano sucede todo lo contrario. Por más que se pruebe la existencia de las redes de corrupción o de tráfico de influencias de un político o política [miren el caso Chehade o el caso de Camps, un presidente de una Comunidad Autónoma en España], ellos no renuncian. Se quedan tan panchos en el ejercicio del cargo, aquí no pasa nada como decía un locutor deportivo. Se ponen un chubasquero y pasan piola. No se oye padre. Son caraduras, cualidad de los sinvergüenzas. Hace poco, como no, en Valencia construyeron un aeropuerto donde no aterrizan aviones y para el colmo, hace unos días, iniciaron reparaciones en la pista de aterrizaje que no es usado por los aeroplanos ¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué toleramos a los corruptos [miremos a Fujimori, García Pérez o Toledo, a veces, hasta lo justificamos]? Hay un relajo frente a la ética en asuntos públicos. Ese relajo existe porqué la ciudadanía lo permite, lo permitimos. Se mira al otro lado. Huele a podrido. La ejemplaridad pública se arroja al trastero. Lo peor es que no salimos de este círculo vicioso y perverso. Se respira a hez.

1 COMENTARIO

  1. Es que vivimos una cultura de comodines, hipócritas , donde los valores son cosas del pasado; así vemos que nuestros «dignísimos» mandatários se acusan entre si de violadores, de ladrones, de dictadores abusivos, etc., etc., pero en sus cumbres presidenciales, se abrazan y adulan el uno al otro como si no hubiese pasado nada. Ni qué decir de nuestra élite gobernante en el Peru, plagada de escándalos y corrupción, alienando las mentes de nuestros jóvenes hacia el conformismo y la mediocridad. Lastimósamente, nos hemos acostumbrado a la idea de que,no podemos hacer nada para cambiar el status quo, que mejor es «dejar hacer y dejar pasar» porque talvez así, nos ganemos «alguito», de que la honestidad es cosa del pasado y que el mundo ahora es de los «vivos», aunque en eso se nos vaya el real sentido de la vida que es, el amor y el respeto a nuestros semejantes.

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