En estos días de las fiestas de fin de año el mundo se vuelve ñoño. Cursi, huachafo. Con sabor edulcorado. De las personas emerge el alma repipi. Una de las muestras de ese bestiario lacrimógeno y de gusto superficial son las redes sociales. Hubiera que proponer el premio al más hortera del año, de los lustros, de la década. Es la carroña que cualquier creador puede usar como inspiración. Hay varias señales de lo que digo. Por ejemplo, están los que cuelgan mensajes de paz y fraternidad de un nivel sentimental que roza el melodrama como aquellos, de los antes, que te enviaban mensajes en power point intragables (algunos con música) cada vez que se terminaba el año con fotos de paz y armonía mientras una bomba israelí caía en una casa en Palestina. Bueno, ese marchamo sigue ahora con mensajes largos de paz y armonía celestial. Por favor, háganlo, pero que se quede en la parcela privada, no la difundan. Pero esa recomendación cae en cajón vacío como diría mi madre. Luego están otros y otras cuando hacen cuentas de fin de año se ponen melancólicos y sueltan sus rollos de afectos y desafectos por el muro de FB, uno dice en voz baja, dios que he hecho para merecer esto. Por favor, paren el mundo. Aquí en España las fiestas de fin de año son todo un ejercicio de la inteligencia emocional. De acuerdo a las publicaciones te recomiendan como guardar la compostura (quiere decir, morderse la lengua, respirar profundo entre otros ejercicios prácticos) para estas fiestas. Es que compartes unas horas con la tribu familiar y esta convivencia no está libre de tensiones con el suegro, suegra, cuñado, cuñada, con los hermanos y hermanas, primos, primas o quien fuera del clan. Se entiende porque los ves de cuando en cuando y ahora tienes que convivir por unas horas y no sabemos la narrativa emocional de cada uno en ese momento. Por eso, mejor ir prevenidos. Y claro, las redes sociales no están ajenas a esos acontecimientos y la reflejan. Suelen poner en el muro la foto familiar y claro, los comentarios de amigos y amigas son de: ¡qué bonita familia!, ¡guapos o guapas! que me parecen que son las lecturas más superficiales. Pero hay que hurgar más porque tienen mucha miga. Cuando publican fotos así suelo mirar el detalle. Por ejemplo, donde se ubican las personas, las sonrisas flojas de felicidad para la foto, los vestidos, las miradas, las manos que de alguna manera revelan esas tensiones del clan. Una gran cantera son las palabras a pie de página que ilustra la foto que casi siempre hay que leerlas en sentido contrario a lo que dicen entre otros detalles. Pero no se preocupen son las fiestas de fin de año y hay que comer las uvas, ponerse calzoncillos rojos, escribir deseos o darse una vuelta a la manzana con un maletín -un conocido hacía siempre este ritual de la maleta y nunca salió de viaje en su puñetera vida. Es fin de año, hay que sonreír. Clic.