“CUENTOS AMAZÓNICOS” DE JUAN CARLOS GALEANO

* Escribe: Carlos Reyes Ramírez

Al leer los cuentos de Galeano, puedo aseverar sin rubor que han vuelto con nostalgia las noches rurales de mi infancia y de parte mi juventud reinventada por la estupenda narración de su autor, que, además, es un escritor nacido en las amazónicas tierras del Caquetá colombiano. 

Carlos Reyes Ramírez, con su elaborada prosa y cuidadosa escritura comenta sobre uno de los libros fundamentales en la Amazonía continental: Cuentos Amazónicos del escritor colombiano Juan Carlos Galeano, quien varias veces visitó Iquitos y otras tantas ha escrito sobre el poblador ribereño.

En “Seringa”, uno de los relatos de “Cuentos amazónicos” (Tierra Nueva, 2014) del poeta y narrador colombiano Juan Carlos Galeano (1958), se puede leer una afirmación categórica: “Los hombres no saben lo que los árboles sabemos”. Esta aseveración nos muestra lo que pasa en ese diverso espacio de hombres, animales, plantas, ríos, etc. Este encuentro (o desencuentro) es una brutal colisión entre culturas diversas: la cultura occidental y la de los pueblos indígenas. Si somos consecuentes con la crítica realizada al libro, este encontronazo estará determinado por el perspectivismo biocéntrico del nativo o por la incapacidad para entender el entorno por parte del foráneo.

Nací en Requena, un pequeño pueblo de la Amazonia peruana y siempre he presumido de ser un hombre del universo amazónico y todo lo que he escrito gira en torno a ese gigante y acuoso espacio. Al leer los cuentos de Galeano, puedo aseverar sin rubor que han vuelto con nostalgia las noches rurales de mi infancia y de parte mi juventud reinventada por la estupenda narración de su autor, que, además, es un escritor nacido en las amazónicas tierras del Caquetá colombiano.

“Cuentos Amazónicos” de Galeano, se muestra como un libro diferente que rompe con la estructura tradicional de los cuentos “literarios”. Debe entenderse a éste como un texto que va más allá de la simple lectura y de placer estético para mostrarnos otra realidad e ingresar a territorios opuestos entre la  “opinión” y el  episteme griego de un singular universo: la Amazonia.

Juan Carlos Galeano, autor del libro

El libro de Galeano reivindica a la Amazonia en sus contradicciones. Será por eso que en los cuentos del escritor colombiano aparecen seres fabulosos por doquier, entre los árboles, en el agua, en las calles de pueblo, en las chacras o en la montaña, haciendo de recelosos guardianes o de entidades protectoras de la Madre Naturaleza.

El libro se abre con una visión esperanzadora pero en un espacio de ambivalencia y dualidad, como convivir con un espejo enfrente de nosotros y que recuerda a los amazónicos lo que somos y de dónde venimos. El autor nos habla de historias que suceden en la ordinaria realidad y otra en el trasmundo, y que está gobernada por lo que se ha dado por llamar “perspectivismo” en la doctrina filosófica; es decir, por esos entrecruzamientos entre los diferentes mundos que existen en la Amazonia. Debemos inferir por la forma como están narrado estos relatos que entre los escritores de un determinado lugar con costumbres y modo de vida semejantes sus obras muestran vasos comunicantes, cordones umbilicales que los acercan y los unen. Conviene comentar que ya en 1984, el Grupo Urcututu, movimiento literario peruano, en su primer manifiesto político-estético había propuesto como meta entre sus integrantes la interpretación artística de los varios mundos amazónicos: la ruralidad, los pueblos jóvenes, el indígena y el urbano. El cumplimento de estos postulados por parte de Urcututu puede discutirse en otro en otro momento. Lo que sí está claro es que Galeano confirma la existencia de estos mundos en un texto bien elaborado y mejor construido sobre la base de la narración oral que ha recopilado en sus múltiples viajes por diversos países de la Amazonia (Brasil, Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela, etc.).

Ya todos sabemos que la Amazonia es un ecosistema frágil y que viene sufriendo un deterioro incalculable. La tala excesiva o indiscriminada de la vegetación, la depredación de la fauna, la contaminación de los ríos por efectos de la actividad hidrocarburífera o minera, entre los más letales; o la variación atípica del sistema hidrológico afectada por el calentamiento global y el consecuente cambio climático. Todo este conglomerado de males ha hecho más pobres a las sociedades que habitan en ella, y como fruto de esta letal sinergia, se ha trastocado la profundidad del ser humano haciéndole indolente ante los problemas comunes, y “acriollando” su comportamiento ―igual que lumpen― como consecuencia de la pérdida o el desdén por su cultura. Una lectura más profunda de este tipo de comportamiento puede asumirse como una forma desesperada de la sobrevivencia, una mimetización social para mantenerse vivos en un espacio hostil. Felizmente, quienes sufren este desorden de personalidad no son los más, si no una reducida minoría, pero atemoriza la velocidad con que avanza, sobre todo, entre las nuevas generaciones quienes inermes se dejan sedar o encandilar por los resplandores de la “modernidad”.

El libro de Galeano reivindica a la Amazonia en sus contradicciones. Será por eso que en los cuentos del escritor colombiano aparecen seres fabulosos por doquier, entre los árboles, en el agua, en las calles de pueblo, en las chacras o en la montaña, haciendo de recelosos guardianes o de entidades protectoras de la Madre Naturaleza. Estos pueden llamarse Epereji, Chullachaqui, Yara, Curupira, Wayramama, Sachamama o Yakumama. Todos, sin excepción, cumplen un papel en el imaginario del poblador de selva amazónica a la sazón deidades que constituyen muros o barreras y “cuidando” a los animales y las plantas del bosque, es decir, a la naturaleza, garantizan la permanencia en el tiempo de todo el ecosistema. Es importante indicar que el pensamiento expresado en el mito se extiende en la realidad en una dinámica de resistencia a la planificada y metódica invasión cultural por parte del mundo occidental.

Uno debe sorprenderse de la narración que hace Galeano contando una pluralidad de historias amazónicas. La elaboración o reelaboración del mito sin que esta pierda su esencia, o en todo caso para que esta sufra una metamorfosis, una mutación, creando un individuo nuevo que se perenniza y se enriquece culturalmente. En esa línea aparece uno de los relatos más sorprendentes del conjunto llamado “Kanaima”, una historia recogida en la Amazonia venezolana o guyanesa en donde estos seres fantásticos con cabeza de mono se convierten en diferentes animales según su interés y cobran la vida de personas por el puro placer, la diversión, o el sinsentido animal. Sin embargo, que esto no nos llame a error y olvidemos que historias como estas (también) sirvieron a los intereses de los colonizadores para someter a sus dominios a los pueblos indígenas amazónicos, acusándole de personas sin alma, herejes, o inhumanos que necesitaban del evangelio para vivir en el orden.

Dice bien Michael Uszendoski en el estudio introductorio de “Cuentos amazónicos”, que estos relatos presentan o representan complicados patrones de entrecruzamiento de dos universos colindantes, cercanos, en el espacio amazónico: el indígena y el mestizo. La realidad demuestra que estos universos apenas están divididos por una frontera invisible que cada vez se vuelve más delgada y hace que los pueblos e individuos que la habitan intercambien experiencias enriquecedoras y que, finalmente, lo sabemos todos, es el dínamo que mantiene vivo al imaginario del hombre en la cuenca amazónica.

*          Poeta y biólogo, ganador de la III Bienal de Poesía Premio COPÉ (1986). Miembro fundador del Movimiento Urcututu, en el Perú.