ESCRIBE: Jaime A. Vásquez Valcárcel

Muchos creen ver la prosperidad o decadencia de un pueblo de acuerdo al estilo de gobierno que le toca. Hay pueblos gobernados por izquierdistas que tienen mejor calidad de vida. Hay pueblos gobernados por derechistas que han mejorado la calidad de vida.

A pesar que el péndulo entre derechas e izquierdas es recurrente los gobiernos de nuestros vecinos no siempre han tenido un Estado administrado por una determinada tendencia para lograr que los ciudadanos vivan mejor. Los chilenos han tenido gobiernos derechistas que han mantenido o mejorado sus vidas. Sin embargo, Chile en noviembre celebrará elecciones y lo más probable es que el candidato del Partido Comunista, Daniel Jadue, quien aparece como la primera opción de triunfo, se convierta en Presidente de la República. En Colombia, donde hubo gobiernos de derecha exitosos, en mayo del 2022 todo hace prever que Gustavo Petro, líder izquierdista, exmilitante del movimiento guerrillero M-19, exalcalde de Bogotá, ganará las elecciones. En ambos casos la gente mira a la izquierda porque la derecha, siendo exitosa para un sector, no ha sabido distribuir ese éxito.

Los derechistas o neoliberales no se cansan de repetir que la receta básica de apertura comercial, inversión y empleo para reducir pobreza y elevar ingresos sigue tan válida como antes. Y no les falta razón. Hasta cierto punto.

Porque los que defienden las bondades del sistema neoliberal más que convertirse en propagandistas del mismo tendrían que preocuparse que ellas lleguen a zonas como Bretaña, San Antonio del Estrecho, Andoas. ¿Y cómo debe llegar? No con hipermercados o cajeros automáticos sino con servicios básicos. Si ya en Punchana el agua potable es una utopía ¿se imaginan qué agua beben los pobladores de otras zonas. Igual con el servicio de electricidad, salud y educación. Si en los poblados urbanos los ciudadanos pasan penurias para encontrar una sala UCI, debemos saber que en la mayoría de comunidades loretanas no se tiene acceso a la salud.

Los que desean tirar abajo todo -comenzando por la Constitución- deben saber que no es destruyendo todo que se levantan sociedades prósperas. Tampoco es satanizando al adversario que se va a mejorar la condición de vida de los demás. Si algo nos enseñan las tragedias universales -Alemania, Vietnam, Ruanda y más- es que solo con el concurso de todos alcanzaremos el progreso. ¿O es que alguien desde la derecha puede oponerse a la propuesta que llega desde la izquierda de mejorar la condición de vida del habitante loretano que accede con mayor facilidad a un smartphone antes que a un grifo con agua o un enchufe con electricidad?

Si se mostró eficiencia con libertades económicas, responsabilidad fiscal, respeto a la propiedad privada, apertura comercial y demás es hora que esos beneficios lleguen a la mayoría de pobladores. Es sabido que una minoría ha elevado -con métodos justos y a veces no tanto- su nivel de vida. Pero ya es hora, desde la derecha e izquierda, que se amplíe esa frontera. Que no veamos fronteras entre riqueza y pobreza y que las mismas sean divididas por trancas y mostradas en fotografía. El esfuerzo mayor debe ser llevar los servicios básicos a toda la gente.