La destrucción de la cultura (y la rebelión de los ciudadanos)

En 1993, cuando nació Pro & Contra, la situación era precaria en términos culturales. Estábamos aún inmersos en una crisis económica galopante, que había arrasado con varias fuentes de subsidio. Además, el desarrollo dorado de la década anterior había desaparecido lentamente.

Casi dos décadas después, lo que podemos ver es una recuperación e incluso un progreso galopante del sector cultural amazónico, sin embargo, por el contrario, una cada vez mayor y desembozada ausencia de políticas, autoridades capaces y mecenazgos de los grandes sectores empresariales o privados.

El año 2010 la guía Lonely Planet consideró a la ciudad de Iquitos como uno de los destinos más importantes a nivel mundial que se debía visitar. Uno de sus principales puntos de referencia era el alucinante dinamismo que se había logrado articular, mucho más allá incluso del patrocinio oficial. La cultura era uno de los principales motivos. El año 2011, la Amazonía fue declarada una de las 7 maravillas naturales del mundo. Todo esto ha caído casi por gravedad, por una fuerza de la naturaleza que parece ser más fuerte que los que deberían cambiar, en teoría, el problema.

Hay un grave problema con la cultura: la demanda de cultura amazónica a nivel nacional e internacional es creciente y muy dinámica. En el plano local, los prosumidores (productores y consumidores) de contenidos artísticos se ha elevado, y se puede hablar de un público que ya se integra al cambio y participa directamente con él.

A punto estuvieron de tirarse abajo los murales de César Calvo de Araujo. Demolido, saltándose procedimientos legales y técnicos, por el mero hecho de hacerlo.

Entonces ¿por qué hemos tenido autoridades y procesos tan cerrados, en algunos casos bastante hostiles?

No solo no se considera a la  cultura como factor de desarrollo no solo espiritual, sino también económico. No se ha logrado articular el apoyo a las manifestaciones culturales de las diversas poblaciones. Tampoco se ha priorizado en los gobiernos locales o regionales una partida concreta y definida para el sector, que no sea manoseada por actividades ajenas o clientelismo. Además, en algunos lugares, el nivel de desidia para escoger funcionarios es alarmante.

La insuficiencia presupuestal para la ejecución de proyectos y tareas de registro y preservación del patrimonio cultural y regional, que es un deber del Estado, ha contagiado constantemente al país. La burocratización se mantiene y esa centralización termina afectando al trabajo desde las regiones. A ello debemos incluir la inadecuada infraestructura tales como auditorios, salas, librerías, galerías, etc.

Una de las campañas más importantes que se ha realizado en su debida oportunidad fue la de recuperar nuestro patrimonio arquitectónico de Iquitos. Desde 1986 se declararon más de 90 inmuebles como patrimonio de la Nación. Pero esto ha quedado como anclado del tiempo. En la actualidad, el desorden y caos urbano así como el abandono del centro histórico de Iquitos se han agravado. La gravedad ha venido acompañada de situaciones de destrucción realmente brutales.

Iquitos es una de las pocas ciudades del país que tienen una plaza de Armas con este aspecto.

Quizás el hito de la prepotencia y la destrucción de la cultura lo haya tenido la gestión de Salomón Abensur, quien en una decisión que solo puede entenderse desde la irracionalidad, mandó a destruir el antiguo Palacio Municipal, el más importante atentado contra el patrimonio histórico y cultural. A punto estuvieron de tirarse abajo los murales de César Calvo de Araujo. Demolido, saltándose procedimientos legales y técnicos, por el mero hecho de hacerlo. Por el gusto de ejercer un poder con prepotencia, ignorancia y desatino. La gestión de Abensur  agravió  la cultura, desde la tala indiscriminada de árboles, así como el sabotaje al Festival del Libro (que se realizaba desde 1984), pero sin embargo no es la única que se ha empecinado en negar apoyo o disparar contra esta.

Hay un sistema acelerado por chocar contra todo lo que signifique recuerdo, memoria, reivindicación del pasado o la historia. Hace mucho tiempo se arrojaron al río cientos de negativos de fotos antiguas, que representaban historias de familias y de costumbres. Como cuando el 24 de octubre de 1998, en medio de las protestas contra el Tratado de paz con Ecuador, se incendiaron archivos históricos de la Corte de Justicia de Loreto (los de crímenes caucheros de principios del siglo XX, entre ellos). Igual como cuando, en la puerta del Parque Zonal, el año pasado, cientos de documentos y periódicos antiguos de la Biblioteca Municipal fueron dejados, cual si fuera cualquier desperdicio, listos para que los cachivacheros los usen como vergonzante reciclaje.

El nivel educativo en Loreto, adicionalmente, es bastante deficiente.  Leía un diagnóstico del perfil educativo de la región Loreto del año 2010. El promedio en todas las áreas (incluyendo en comprensión lógico-matemática y comunicación) es bastante inferior al promedio peruano (con la acotación de que la educación peruana también muestra un déficit a nivel latinoamericano). En ese nivel, es claro que a instituciones como el gobierno regional le interesan poco financiar a la Biblioteca Amazónica o instituciones como La Restinga o la Orquesta Sinfónica, entre otras. Proyectos editoriales armados desde la institución pública, solo los que se realizaron el año 2005 (que formaron parte, además, de otra mentira de campaña, vinculada con el millón de soles para la cultura, en la gestión de Robinson Rivadeneyra).

Hubo un tiempo en que Iquitos publicaba tantos libros o revistas, que era segunda en el país en producción editorial, después de Lima. Entre las razones de este importante renacimiento, figuraba el hecho que la gestión municipal de aquel entonces decidió apostar parte de su presupuesto en la generación y edición de libros. Los diez años de la muerte de Calvo, por ejemplo, o el centenario de Francisco Izquierdo Ríos, por ejemplo, pasaron desapercibidos en cualquier instancia pública.

Aún existen editoriales como el CETA (Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía, con más de 40 años en el rubro); y Tierra Nueva, con un poco más de 10 años, ambas mantienen un trabajo más o menos constante (amén del Fondo Editorial de la Universidad Científica del Perú, que tiene una labor menor aunque con vocación por crecer). Sin embargo, el apoyo es mínimo, desde fondos públicos o privados, ningún tipo de subsidio permanente o concreto sostenible en el tiempo. Habría que hacer la salvedad que Iquitos maneja el liderazgo en la Amazonía. No obstante, existe una producción local más o menos sostenida, la cual no necesariamente se ha reducido a la publicación de libros, sino también a la generación de otro tipo de material como revistas o boletines, además de la producción que se está encontrando con mucha fuerza en Internet, a través de blogs o documentos virtuales.

Tierra Nueva organiza la Semana del Libro de Iquitos, que se inició el 2004 y siguió ininterrumpidamente hasta el 2008 y este año vuelve con todo. En estos tiempos se han abierto espacios como el Centro Cultural Irapay, aunque también se ha reducido el impacto de algunos como el Centro de la UCP. La Dirección Regional de Cultural de Loreto ha  empezado a manejar una dinámica particular. Actualmente la asociación Arteria Cultural ha ido moviendo este aspecto.

Una vez más, son los colectivos, los jóvenes y los artistas individuales quienes motivan a la producción y consumo de cultura. Mayormente con su propio esfuerzo han logrado armar una oferta a nivel local, que se ha ido diseminando a otras esferas. Un saludable movimiento de rebeldía contra la barbarización, muy a pesar de las autoridades y de la desidia del sector privado.

Algunos ejemplos de intervención urbana efímera reciente y exitosa que se han desarrollado son, entre muchos otros, el Festival de Belén, la Procesión del Niño de la Caja o el Festival de arte urbano Estamos en la Calle. Así mismo, intervenciones públicas como la Instalación “Escenarios” de Marco Sueño Saldaña; el Concierto Contraestructuras, realizado en abril del 2010, que consistió en un concierto, experimentación sonora, con la participación especial de la artista sonora Pauchi Sasaki, acompañada por la Orquesta Sinfónica de Loreto, a través de una instalación artística sobre la fachada del ex Palacio Municipal, complementada con una performance visual de evocación y denuncia de los atentados contra los monumentos históricos de la Amazonía. Recientemente, el muy buen proyecto del Museo Efímero Contemporáneo de la Amazónica (MECA), ideado por la artista Malena Santillana, etc.

Se hace necesario que se definan los lineamientos básicos de una política cultural regional. Se deben establecer metas y plazos, sobre todo a mediano y largo plazo. Se debe crear una conciencia de su importancia en el prestigio de nuestra imagen nacional e internacional. Se debe exigir un presupuesto real, pero también deben los artistas demostrar mayor talento y trabajo. La política cultural amazónica debe concertarse a partir de las potencialidades de cada actor individual y/o colectivo.

Es importante que la cultura sea concebida como un ingrediente importante del desarrollo social y económico de esta región, como un aliado natural del turismo y un componente cercano de la difusión ambiental, ecológica o conservacionista. Sin ello, no podemos hablar de progreso en general, y mucho menos de un desarrollo del arte como vehículo del progreso. La revolución que en estos tiempos se ha generado en este aspecto da por lo menos la suficiente razón como para tomarla muy en serio

¿Algún día lo entenderá nuestra clase política y empresarial? ¿Algún día dejará de seguir destruyendo por acción u omisión a la actividad cultural?

Ojalá no tengan que pasar otros 19 aniversario de Pro & Contra para que tengamos que seguir escribiendo sobre el mismo dilema. Ojalá.