LA CRISIS ALIMENTICIA EN LA CIUDAD

Cuando la Organización Mundial de la Salud determinó que  comer carnes rojos o carnes procesadas era peligroso debido a que podían ayudar a producir cáncer, la atenta comunidad iquitense entró en pánico. El diario acto de comer no podía ser el inicio de cualquier dolencia y, por lo tanto, suprimieron de sus dietas las humeantes y ruidosas parrilladas. Luego huyeron al escape de la comida chatarra y dejaron de engullir la carne de cerdo y de res y jamás  se acercaron a donde vendían embutidos y otros productos afines. Nadie lideraba ese movimiento de limpieza alimenticia y todo era por propia iniciativa de las mismas personas de ambos sexos que, súbitamente, decidieron ocuparse de esos asuntos gastronómicos.

En el acto de comer los iquiteños entonces determinaron alimentarse solamente con vegetales. Ni las carnes blancas se salvaron de esa drástica medida tendiente a conservar la salud, a evitar los males provocados por la mala alimentación.   De esa manera la dieta de toda la ciudadanía estuvo dominada por frutas, raíces, cortezas, hojas de procedencia regional. Nadie aceptó comer lo que otros producían y así Iquitos obtuvo un robusto perfil de lugar independiente. Como consecuencia de esa alimentación saludable, se acabó la presencia de policías obesos, las torturantes dietas para bajar de peso y las burlas contra todos los gordos. Nada es perfecto en la vida. Cuando se cimentaba una nueva generación de seres esbeltos y sin malos hábitos alimenticios, la misma Organización Mundial de la Salud emitió la noticia de que no era recomendable comer vegetales porque podían producir una serie de enfermedades.

Ello ha desconcertado por completo a los iquitenses que creían que habían logrado la alimentación perfecta. La única salida que les queda ahora es abandonar los vegetales, lo cual les creará un serio problema pues no tendrán cómo alimentarse. La cuestión es tan seria que se vienen realizando seminarios, talleres y otros eventos para encontrar una salida.